OPINIÓN
Antonio Jaumandreu.
Jaumandreu & Asociados.
Cualquier empresario contempla entre las diversas hipótesis de futuro la de acabar vendiendo su negocio. Sea porque vaya adquiriendo una edad y no tenga sucesores en la familia, o porque no tenga socios, o simplemente porque siempre haya pensado que el último rendimiento de su empresa lo obtendrá vendiéndola cuando quiera retirarse.
En realidad, no hace falta pensar en retirarse: a veces uno puede decidir sencillamente vender la empresa que explota para emprender otra trayectoria vital, otros negocios.
En cualquiera de todos estos casos resulta inevitable hacerse la pregunta de cuánto vale realmente el negocio que queremos vender. Suele decirse, y es una gran verdad, que las cosas valen exactamente lo que alguien está dispuesto a pagarnos por ellas, ni más ni menos. Por tanto, de poco servirá hacerse una idea preestablecida de por cuánto vamos a vender nuestra empresa, si finalmente no encontramos a la persona adecuada para comprarla. Y otras veces, en cambio, puede resultar que alguien nos haga una oferta que no esperábamos, porque tenga un interés especial y concreto en nuestro negocio.
Pero evidentemente el primer paso inteligente es obtener una valoración seria y razonable de lo que tenemos entre manos. Y para ello no bastan los fríos balances, aunque sin duda serán muy útiles. Es importante la proyección futura de ese negocio, su potencial, las cargas que pesan sobre él, su ubicación, su estilo, su imagen... toda una serie de factores, en definitiva, que no siempre aparecen en la contabilidad.
Lo peor es engañarse: hay quienes creen que tienen un tesoro que todos pelearán por comprar y en realidad solo poseen una vieja reliquia que a ellos les puede servir para vivir, pero que cualquier hipotético comprador preferiría vaciar para empezar desde cero.
Lo peor es engañarse: hay quienes creen que tienen un tesoro que todos pelearán por comprar y en realidad solo poseen una vieja reliquia que a ellos les puede servir para vivir, pero que cualquier hipotético comprador preferiría vaciar para empezar desde cero.
Influirá también mucho, como es lógico, la urgencia que tenga para vender. Y el hecho de que el local le pertenezca o no. Y la duración del alquiler que se establezca (cuanto más largo, más tiempo tendrá el comprador para amortizar su inversión). Y si el negocio se vende con empleados o sin ellos.
Este último es un factor muy importante, y de doble filo: por una parte, tratándose de empleados con mucha antigüedad, es probable que el comprador prefiera no quedárselos. Por otro lado, sin embargo, ¿quién mejor que el personal veterano para asegurar el mantenimiento de la clientela y un adecuado "traspaso de poderes"?
A estas alturas ya le debe resultar evidente que para valorar correctamente su empresa necesita la ayuda de profesionales que puedan ayudarle a mezclar convenientemente todos esos ingredientes y obtener una cifra que, desde luego, no será más que un punto de partida para empezar a negociar, o para tener al menos una idea de si lo que le van a pagar le permitirá jubilarse a todo lujo o apenas servirá para librarle de las preocupaciones cotidianas como empresario.