A principios de agosto saltó la noticia del gasto de la cantante Rihanna en peluquería. Su mantenimiento semanal asciende a la friolera cantidad de 16.000 euros. Por tanto, su estilista personal, Ursula Stephen, cobra por peinar a la artista más de 2.000 euros diarios.
Estas cifras han hecho dejar atrás al joven cantante Justin Bieber, cuya estilista, Vanessa Price, confesó a principios de año que el artista se gasta 1.200 euros al mes en peluquería.
Otros gastos astronómicos son los de la recién fallecida Amy Winehouse, que se gastaba más de 1.400 euros al mes en su cabello, o Victoria Beckham, quien paga casi 3.000 euros a su peluquero, Ben Cooke, para que le acompañe cada vez que viaja profesionalmente.
Otra que no repara en gastos cuando viaja es Jennifer Aniston, que en la promoción europea de su película Marley & Me (2008) se gastó 45.000 euros para que su peluquero, Chris McMillan, le acompañase por Europa.
Pero estos lujos no son solo excentricidades de los artistas. Camilla Parker, esposa del príncipe Carlos de Inglaterra, se gasta al mes 4.380 euros en su peluquero Hugh Green (también estilista de Joan Collins). Cuando Camila viaja también se lo lleva, y su tarifa semanal es de 5.800 euros.
En el mundo de la política tampoco van cortos a la hora de pasar factura. Cherie Blair, la esposa del exprimer ministro británico Tony Blair, se gastó en un mes 11.000 euros en peluquería durante la campaña de su marido para las elecciones generales de 2006. La tarifa de su peluquero, André Suard, fue incluida en los gastos electorales presentadas por el partido a la Comisión Electoral.
En Estados Unidos ocurre más de lo mismo en épocas de elecciones. Hillary Clinton se gastó 2.000 euros en dos sesiones de peluquería en las últimas presidenciales, y su rival republicana, Sarah Palin, se gastó en un mes de campaña 3.700 euros (aunque aquí también se incluyen los gastos de maquillaje).
Y quien se lleva la palma es el Sultán de Brunei. El Sultán hizo volar a su peluquero personal, Ken Modestou, desde Londres a Brunei en primera clase y con todos los lujos posibles. La factura ascendió a 17.000 euros por un sólo corte de cabello.