Aprendió como los de su generación con una escoba en la mano y mirando mucho a sus colegas estilistas para aprender una profesión que ha ejercido durante más de 50 años, creemos que con una gran coherencia y dedicación. A los diez años de profesión montó su primera peluquería, llegando a tener 3 salones y 40 empleados. Durante la entrevista es difícil no sonreír con Marcel Montlleó porque es divertido y tiene un fino sentido del humor que utiliza muchas veces para describir las distintas situaciones por las que se le pregunta. Compagina durante seis días a la semana su trabajo en la peluquería con la enseñanza en una escuela de diseño de moda. Reconoce haber ido de libre por este mundillo y le encanta el mundo de la moda y los desfiles, habiendo colaborado en más de 2.700 desfiles por el momento. No puede disimular que ama su profesión, si bien hay facetas de la peluquería y los peluqueros con los que no se siente nada identificado.
Beauty Market: Brevemente, ¿cuáles fueron sus inicios?
Marcel Montlleó: Hace 50 años casi todo el mundo empezaba de la misma manera. Con una escoba en la mano, de aprendiz y mirando cómo trabajaban tus compañeros que ya eran estilistas, y te costaba incluso algunos días que te dejasen coger un grifo para lavar una cabeza. Antes de coger el grifo debías haber mirado bastante y haber practicado con tus compañeros, amigos y amigas. Cogiendo soltura... hasta que tus jefes podían comprobar que podían confiar en ti.
B.M.: ¿Cómo es la formación hoy en día?
M.M.: Ahora hay mucha más formación antes de empezar a trabajar asistiendo a las escuelas, viajando a otros países a formarte, etc… Por una parte está muy bien pero creo que retrasa demasiado la incorporación al mundo del trabajo, perdiéndose un tiempo maravilloso.
Tienen mucha teoría, incluso han conocido y han visto cómo ha podido trabajar gente con mucho nivel, pero no tienen ni práctica ni idea de cómo funciona el día a día de un salón. Es bueno empezar cuanto antes y no retrasar tanto la entrada al mundo laboral hasta los 23 años. Cuando llegan, les da la sensación de que están suficientemente preparados para no estar todo el día lavando cabezas, neutralizando, poniendo tintes... Y claro, no es verdad, desconocen el movimiento diario del salón.
La peluquería trabaja con material humano, es un trabajo cuidadoso, tiene que ser extremo para no tener grandes fallos. Un porcentaje de fallos al año siempre tienes, pero no debería de pasar del 1 o el 2%.
B.M.: Ha nacido en Reus, pero vivió en Barcelona...
M.M.: Bueno sí, nací y viví los primeros 6 meses. Sirvió a mi madre como excusa para decirle a mi padre que debían de marcharse a Barcelona para que, al ser una ciudad grande, tuviera más posibilidades.
B.M.: ¿Con quién empezó?
M.M.: Yo trabajé unos 10 años para otros peluqueros sin un renombre especial y fue para entonces cuando monté mi primer salón. He estado 40 años con mi propio salón y diez con otros peluqueros. No trabajé con ningún peluquero relevante. Soy de los raros que no tuve ninguna maestría.
B.M.: ¿Se considera un peluquero atípico?
M.M.: Sí, por muchas cosas. No me he doblegado demasiadas veces a cosas que no he querido hacer. Después, porque he considerado siempre que mi trabajo es una forma de vida y he considerado además que no es un negocio. Nunca he hecho negocio con esta profesión. Simplemente me ha permitido vivir bien, a mi gusto. No he sido el típico peluquero ambicioso que ha aspirado a tener grandes cadenas, ni he querido dirigir nada.
B.M.: ¿Qué le ha gustado especialmente?
M.M.: En cambio sí me ha gustado chafardear muchos campos, porque no me ha costado meterme en el mundo del cine, ni en el mundo del teatro, para programas de TV, para spots publicitarios, sesiones para revistas, desfiles, etc... He estado en muchos campos pero he de decir que en el que me he sentido más a gusto ha sido en el de la moda y los desfiles. Me he pasado 30 años en el mundo de los desfiles, haciendo un promedio de unos 90 desfiles por año es fácil calcular en cuantos desfiles he colaborado. No hay tantos peluqueros que lleven esa carga de desfiles en sus espaldas. Es difícil encontrar profesionales con esta trayectoria. He de decir que como me he sentido a gusto y tengo muy buenos amigos diseñadores, ha sido todo un placer para mí.
B.M.: ¿Y con las otras facetas?
M.M.: Sin embargo, con los spots publicitarios no me ha sucedido lo mismo. Y con el cine has de ser un peluquero especial que aguante aquel aquelarre durante tantas semanas, todo tan denso e intenso terminaba ahogándome un poco. A mí me gusta todo lo efímero y los desfiles es de los más efímero que hay. Te pasas días de preparación para un desfile de 18 minutos. Esto siempre me ha seducido.
B.M.: ¿Se identifica con el ambiente de la peluquería, en un desfile, en una feria...?
M.M.: Bueno, a mí me gusta poco hacer cosas para los peluqueros. De jovencito no lo podía soportar. Ha sido de mayor cuando dentro de mí se ha creado como una especie de tolerancia hacia todo esto. Realmente me encanta la peluquería pero hay partes de la peluquería y de los peluqueros que no me gustan nada.
B.M.: ¿Cuál ha sido su relación con las marcas de productos?
M.M.: Por ejemplo, las relaciones que tienen los profesionales con las casas de productos es algo que no me ha gustado nunca. Yo nunca me he casado con ninguna marca, de lo cual a veces me arrepiento. A algunos colegas míos les ha ido muy bien. Yo siempre he querido mostrarme como independiente y trabajar para todo el mundo que me ha llamado. Desde un punto de vista te da libertad pero no va tan bien con la economía.
B.M.: ¿Cuál es su grado de exigencia con los productos?
M.M.: Soy exigente con los productos que uso. No quiero usar cualquier producto. Me tienen que dar lo que yo les pido. No porque lleven una etiqueta o una firma considerada relevante dentro del sector me dejo deslumbrar. Si no me interesa el producto lo rechazo, venga de donde venga. Me tiene que convencer, si no, no lo quiero.
B.M.: ¿Cómo se define profesionalmente como peluquero?
M.M.: Mis colegas me llamaban el enfant terrible de la peluquería y quizás ahora haga reír, sobre todo por mi edad (sonrisa de niño malo). Lo cierto es que tengo muy "buen rollo" con todos los colegas, he hecho siempre lo que he querido, me he permitido el lujo de seleccionar mi clientela por su propio gusto, y no por nivel económico ni social. Odio las melenas, no las puedo soportar. Nunca verás que hagan una extensión en mi casa, me produce urticaria. He evitado todo esto. Por lo tanto esto ya te hace seleccionar al cliente.
B.M.: ¿Cómo definiría a su cliente?
M.M.: Esta típica cliente de megamelena y súper femenina que yo llamo "hembritas", yo no las tengo. Mis clientas son las típicas mujeres liberadas, arquitectas, diseñadores gráficos, cineastas, profesores, gente del mundo del teatro, la danza, cocineros, pasteleros, etc... pero amas de casa desocupadas no tengo. Estas féminas que corren por el mundo, que con cierto mal gusto yo las llamo "pepas", no es el perfil de mi cliente. Tengo mujeres hechas y derechas.
También tengo niños y niñas pero de otro tipo de talante. Además siempre les hablo a mis clientes de esta cuestión. Cuando entran en una peluquería deben saber adónde van y quién les va a atender. De la misma forma que no se les ocurre entrar en un restaurante chino y pedir una tortilla de patatas. En las peluquerías ocurre lo mismo.
El cliente ha de entender que todos los peluqueros no sabemos hacer las mismas cosas, ni nos gusta hacer las mismas cosas. Bastante es que dispongamos de una amplitud de servicios, pero hay otras cosas que no pasaré por ellas. Mi profesión tiene grandes ventajas, un ticket medio son 50 euros. Por esa cantidad no hace falta que nos machaquemos, ni yo como profesional ni la cliente hacia mí. Es distinto cuando hablamos, por ejemplo, de la construcción de una casa donde el arquitecto debe quizás tener cierta paciencia con su cliente, pero en el caso nuestro si no nos entendemos es honrado decírselo al cliente. Para mí hay trabajos que ni los siento, ni me gustan ni me interesan.
B.M.: ¿Se considera entonces peluquero de referencia para un perfil concreto de cliente?
M.M.: Tengo clientes de hace muchísimos años, de hace 50 años, cuando yo lavaba cabezas, y otros clientes de 20, 30 años. Está claro que soy su peluquero de cabecera. Soy el peluquero de cabecera de una serie de gente que entendemos la vida de una misma manera.
B.M.: Por cuanto nos explica, entiendo que se siente afortunado.
M.M.: Totalmente. El lema de mi generación era la libertad. Los nacidos a finales de los '40, principios de los '50, deseábamos tener libertad por el momento en el que vivíamos. En ese sentido he sido libre y he hecho siempre lo que me ha dado la gana. Mayor fortuna que esta no puedes tener. He escogido profesión, cuando la hago con quien la hago y cómo la hago. ¡Caramba!, qué más puedes pedir.
B.M.: ¿Cuál es la peluquería referente de Marcel?
M.M.: Pues mira, de hecho he de decir que no tengo ninguna. En líneas generales todo el mundo tiene los ojos puestos en Inglaterra ya que la peluquería sajona encanta a todo el mundo. Yo la veo curiosa, me hace gracia, me sorprende sobre todo esta mala folla genuina inglesa que tienen. Mal gusto genuino, me sorprende y me gusta y me hace gracia. Pero reivindico siempre la peluquería mediterránea. No entiendo la peluquería como la entienden los ingleses porque soy del mediterráneo.
B.M.: ¿Cómo definiría esa peluquería mediterránea?
M.M.: La peluquería mediterránea es otra cosa. Tiene un punto de caos, menos reflexiva, es más pasional. Tenemos clarísimo que lo que estamos haciendo tiene una temporalidad corta. Asumimos riesgos. Aconsejamos a nuestros clientes con mucho riesgo. A mí una vez me sorprendió mucho hablar con un colega inglés y oírle decir que él sólo era la mano ejecutora del deseo de su cliente. El no estaba allí para tener responsabilidades. Nosotros somos todo lo contrario. Empujamos a la cliente a que asuma novedades. No tenemos esta transcendencia que tiene la peluquería inglesa a la cosa estética. Aquí sabemos que hoy es así, pero mañana puede ser otra cosa. Una peluquería más distendida, más tranquila.
Es por eso que hay ciertos trabajos de peluquería que no me gustan nada, por ejemplo los desrizados térmicos. Los odio porque son definitivos. Me molesta mucho ver que los productos que lanzan las marcas que no tienen este carácter definitivo desaparecen en cuatro días. Es divertido poder jugar con las clientes y que tengan un abanico de posibilidades.
Tengo un hijo peluquero que dejó ya la profesión y que trabajando en EE UU tenía clientes que le venían con un papelito para que firmara la garantía de que el trabajo que iba ha hacer iba a ser el mismo que le mostraban en dicho papel. Debía tener un seguro carísimo por estos motivos. Esto no me gusta, no me interesa nada y menos en algo como esto. Es un poco dramático.
B.M.: ¿Está más cerca de la peluquería inglesa que de la francesa?
M.M.: No. Cuando voy a Francia me encuentro muy bien. Lo único que me pasa últimamente es que no me llama nada la atención en ningún sitio, porque pienso que aquello que me pasaba de jovencito cuando viajaba a Londres, París, etc. ahora no me pasa. En Barcelona cuando veía una cabeza sabía perfectamente quién había hecho ese corte de cabello. Sabía si era de José Luis, de Llongueras o de Cebado. Ahora no. Ahora todo es de todos, nada es de nadie y nada tiene ni media gracia.
B.M.: ¿Ahora todo es más uniformizado?
M.M.: Para empezar, el cliente no está sensibilizado con la peluquería. Estamos dando un servicio de mantenimiento. Antes íbamos más allá del servicio.
B.M.: ¿Se han caído los mitos?
M.M.: Los mitos que existen sólo existen para los peluqueros. Nosotros creemos, adoramos, vilipendiamos a Vidal Sassoon y compañía o a Orlando Pita o a quien te dé la gana. Pero la gente de la calle ni los conoce. Se creen que Vidal Sassoon es un champú. No tienen ni idea que hay una serie de profesionales en el mundo con grandes dotes para la peluquería.
Ahora, el momento de atención recae sobre la gastronomía. Lo que nos pasaba a nosotros en los '70 ahora les pasa a los cocineros.
B.M.: ¿Ha habido algún peluquero referente?
M.M.: Yo digo que no hubiera sido peluquero sino hubiera sido por Vidal Sassoon. Cuando yo empecé en el mundo de la peluquería, hacía "leonesas", moños de bucle que es lo más parecido a la pastelería. Pero cuando descubres que puedes hacer otras cosas, y que no hace falta que pongas a la cliente en el secador, que no hace falta que las crepes, y que puedes hacer cortes geométricos, y que puedes utilizar secador de mano... entonces te das cuenta que es lo que tu querías y que quieres seguir haciendo esto. Luego llegan los '80, veías en la calle un 90% de cabellos cortos y todo el mundo quería ser personalizado. Luego llega el momento de la androgenia, fantástico, con David Bowie, etc. Y luego llega el momento de las "pepas" que es ahora. Si a mí me dicen que en el 2013 el mundo iba a ser tan horriblemente vulgar y tan horriblemente low cost, no me lo creo.
Ahora ser peluquero tiene interés porque mis clientas siguen siendo las mismas que la de los '70, que siguen queriendo cabezas personalizadas, pero si tuviese que trabajar exclusivamente para la generación contemporánea, no sería peluquero.
B.M.: ¿Cuál es su referencia de la peluquería española?
M.M.: La peluquería española siempre ha sido muy buena. Me llevé una grata sorpresa cuando hablé con un gran peluquero francés de gran renombre, que era Bruno Pittini, para mí un buen referente peluquero. El me decía que en París, cuando veía un cabello corto bien cortado presumía de que era una señora española. Nos tenían en muy buena consideración. En España decimos lo contrario, que un cabello corto bien cortado en sinónimo de peluquería francesa.
La peluquería española ha demostrado con los años que es buena, ya que las grandes cadenas de peluquería francesa han venido a España a implantarse y no lo han conseguido. Esto quiere decir que las clientas españolas están bien servidas y satisfechas. La peluquería española tiene en el mundo un buen nivel. No se ve tan buena peluquería en los países nórdicos, en general en EE UU a excepción de las dos costas y diferenciada. Me sorprende no obstante en los desfiles americanos que todos son Victoria Scret's, grandes melenas secadas con grandes volúmenes con crepaditos, etc.
B.M.: ¿Dónde considera que falla la peluquería española?
M.M.: No falla en ninguna parte a grandes rasgos. Lo que falla en estos momentos es la sociedad. No está sensibilizada para la peluquería. La peluquería no tiene la importancia ni el peso ni el significado que tenía años atrás. Los peluqueros estamos preparados para hacer más cosas de las que nos piden, ni nos las exigen.
Las marcas de productos tampoco fallan, hay mejores productos que nunca. Es más, yo creo que la base de la peluquería contemporánea pasa por hacer un buen diagnostico para utilizar y aconsejar el champú o producto adecuado de secado, de acabado, para que dé un buen resultado. Falla la exigencia de la calle. También podríamos decir que los peluqueros españoles fallan en querer ser demasiado peluqueros. Deberíamos de olvidarnos de ser tan "requetepeluqueros", no lamer tanto las cabezas, no peinarlas tanto, no hacerlo tan "requetemarchibien". Al final nos quedan cabezas cursis; darles un toque de naturalidad, de espontaneidad. Que no se notase tanto que han ido a la peluquería. Comparaba la alfombra roja de los Oscars y la de los Goya. Nuestras actrices van muy relamidas y "requetepeinadas" y "requetevestidas". Es difícil pillar este punto entre glamour y naturalidad al mismo tiempo.
B.M.: ¿Faltan referencias en nuestro país que sirvan de ejemplo a los clientes?
M.M.: Por supuesto. Sin lugar a dudas. Mientras las prescriptoras de este país sean, con todos los respetos, las Infantas o la Sra. Preysler, o sean las presentadoras de estos programas telebasura tipo Belén Esteban, no vamos a ninguna parte. Resulta que me equivoco y lo son. Por lo menos cuando empecé la gente se fijaba en la princesa Grace de Mónaco, o en las actrices de Hollywood o en Sofía Loren, pero no en estos personajes.
B.M.: ¿Cuál cree que es el futuro de la peluquería?
M.M.: En EE UU, que es un buen referente ya que normalmente va por delante de nosotros, vemos que la peluquería ha pasado a ser de grandes cadenas o de peluqueros individuales que hacen el horario que les da la gana, que están ellos solos, trabajan como quieren. O simplemente alquilan un "corner" en una sala de arte y cortan el pelo los domingos. Es decir o esto o las cadenas. No hay termino medio.
Lo mío, que es un termino medio, que he tenido 3 salones y 40 empleados, no tiene razón de ser. O estás tú solo con un par de personas, colegas o trabajas en una cadena. Ocurre en muchas otras profesiones, como los abogados, arquitectos...
B.M.: ¿Qué opina de la peluquería a domicilio?
M.M.: No lo entiendo porque es muy incómodo. Verás, yo me he cansado y me canso de hacer pruebas para desfiles a los estudios de los diseñadores, es muy incómodo. Nunca sabes qué te tienes que llevar para el trabajo, por lo que debes de ir muy cargado. Siempre faltan cosas. No puedes improvisar. No la veo para nada, no tiene sentido.
B.M.: ¿Cómo ve el salón del futuro?
M.M.: Creo ya haber respondido un poco a esta pregunta con todo lo dicho. Ahora bien, yo creo muchísimo en la peluquería "dominguera", en la que puedas ofrecer servicios los domingos (salvo en verano). La gente, los domingos tiene una gran tendencia a aburrirse. Una de las maneras de no aburrirse es aprovechando el tiempo, como ir por ejemplo a una peluquería. A las mujeres las veo capaces de abandonar a sus maridos y a sus hijos en casa para ir a una peluquería a que la mimen. Otra cosa es que lo equipos te sigan en esta aventura.
B.M.: ¿Cree en los shows de peluquería? ¿Tienen sentido actualmente?
M.M.: A ver, en estos momentos creo que sí tienen un cierto sentido porque no sirven para que nadie aprenda nada, ya que todo el mundo se las sabes todas. Y porque la gente hoy en día ya está súper preparada y han asistido a cincuenta cursos por todas partes. Pero por un lado ratifica el trabajo del profesional. Va bien a veces porque van a una gran sesión de coaching, sirve para escaparte un poco de la rutina. Pasas un rato agradable.
B.M.: ¿Utiliza Internet?
M.M.: Tenemos un facebook como peluquero. Un blog que utilizamos muchísimo. Y una página web desde ya hace tiempo y que ahora creo que ha quedado algo desfasado el concepto web. La cultivamos todo lo que podemos sin obsesionarnos. Creo que es imprescindible hoy en día. Si no tienes un facebook, un blog y una web, no existes.
B.M.: ¿Cuál es su proyecto futuro?
M.M.: Ahora es alcanzar los 55 años de profesión y si puedo alargarme a los 60 años, mejor. Yo sigo trabajando 6 días a la semana. No me premio con ningún horario especial.
B.M.: ¿Cómo es cuando no trabaja?
M.M.: Tengo múltiples vicios. Ni uno ni dos, muchísimos. Soy muy revistero, miro muchísimas revistas. Soy muy cinéfilo, muy teatrero, me gusta la danza, la opera, el soul, las patatas fritas, la prensa. Todo esto lo tengo que hacer las noches de la semana o el domingo me faltan horas.
B.M.: ¿Qué consejo le daría a un peluquero que se inicie actualmente y monte su primer salón?
M.M.: Me gustaría encontrar las palabras justas para aconsejarle. Cada trabajo que haga lo realice con el cariño, la dedicación y el esmero suficiente para que ese cliente le dure 50 años. Que no piense en que a cada trabajo que haga le tiene que sacar el jugo al máximo, que le tiene que vender 73 productos y la cliente tiene que dejarse allí toda la paga del mes. Es mejor que no la apriete, que la respete, que tenga intuición para entender cómo vive, qué quiere y qué necesita. Que cumpla estos requisitos y que le dure muchos años. Hoy en día la gente tiene mucha prisa en hacer mucha pasta. Mis amigos colegas empresarios aprietan también a sus colaboradores con cumplir objetivos como si fuéramos puros vendedores. Y no lo somos. Lo máximo que podemos es aconsejar con la máxima honradez y ver en qué le podemos ayudar a la clienta.
B.M.: Antes ha dicho que tiene muy buena relación con muchos colegas, eso es algo atípico ¿no cree?
M.M.: No es tan atípico, si bien muchos colegas no tienen más relación porque no quieren. No han tenido interés. A muchos les tengo un gran cariño, aprecio sino admiración, como pasa con Llongueras, Raffel Pagés. Admiro muchísimo a Tono Sanmartín. Y luego gente joven como los de x-presión de Madrid. Si admiras a alguien creo que es importante comunicárselo. No somos rivales, cada uno tiene su clientela. Algunas veces la compartimos y otras veces no.