Por Lito Seoane.
No es sencillo contar las cosas, contarlas como sucedieron, como son, porque cuando se habla de un auténtico personaje, es fácil caer en el facilismo, el peloteo, incluso en la exageración, pero de Llongueras la exageración nunca se acerca a la realidad, porque este hombre ha superado con mucho los límites que todos los profesionales del sector hubiésemos imaginado o soñado nunca.
Persona afable, nunca fue una pose, una estrategia; Llongueras es así, sencillo, emotivo y el mejor comunicador del país. En cualquier otra actividad o profesión también habría alcanzado los increíbles índices de popularidad que él se ha ganado a pulso, porque lo siente, lo lleva dentro, es de los que llaman la atención incluso sin quererlo, su protagonismo es innato a su tremenda personalidad, sus contemporáneos hace muchos años que asumimos que Lluís es una especie de "animal de la comunicación" imposible de imitar y mucho menos de igualar.
Generoso con sus seguidores, no hay nadie que le haya conocido que pueda dudar de su generosidad profesional, siempre intentando trasmitir sus sistemas, sus estrategias y sus argumentos en los que creía, nunca se escondió de nada, nunca omitió sus conocimientos a los demás.
Innovador, se puede decir que en este país y en el resto del mundo, sus conceptos de moda y sistemas de trabajo llegaron a convencer hasta a los más ortodoxos, que resistentes a evolucionar empresarialmente le discutían sus esfuerzos en socializar la peluquería con técnicas más rápidas y sencillas, que propiciasen el prêt-à-porter, el acceso de las mayorías, en una palabra: la fórmula que propició el fenómeno de Zara.
Genial el hecho de ser un auténtico defensor de la peluquería comercial, nunca le impidió ejercerla con una gran dosis de arte y del carisma propio de un auténtico genio; los que le conocemos, porque le imitamos, porque le entendimos, porque nos convenció, sabemos de sus constantes comportamientos y actitudes, que solo son patrimonio del que cree en lo que hace, del que se siente seguro, del que su subconsciente le indica que es ¡Diferente! ¡Distinto! ¡Único!
Querido y admirado Lluís:
Gracias por lo que nos has enseñado, por lo que nos has trasmitido, por tu ejemplo y, sobre todo, por tu generosa amistad!