El sector de la peluquería y la estética ya no es ese reducto en el que la falta de profesionalización campa a sus anchas. Y no lo decimos nosotros, avisa sobre este respecto, OMAT, la entidad de certificación especializada en peluquería y estética.
Hubo un tiempo en el que los oficios se aprendían de generación en generación a través de una atenta observación y escucha activa. Con el transcurrir de los años y décadas, estas formas de transmitir el conocimiento han cambiado drásticamente. Todos los sectores productivos han tenido que enfrentarse a una rápida evolución. Aquellos en los que se opera a gran escala han fagocitado las posibilidades de los más pequeños para convertirse en macroempresas en las que los protocolos marcan la pauta. Sin embargo, la peluquería y la estética han resistido a ese escalamiento para seguir siendo pequeños oasis en los que el consumidor continúa valorando la esencia de la individualidad, el 'savoir faire' de cada profesional y el ambiente agradable y cómodo que hace particular cada espacio. Sí, han surgido grandes cadenas desplegadas por toda la geografía nacional, pero han sabido encontrar su hueco en convivencia armónica con los salones de autor, más intimistas.
La Imagen Personal, marco regulatorio
A pesar de todo ello, la necesidad de establecer marcos regulatorios que ordenen el ejercicio de la peluquería y la estética es ineludible. “Nuestra legislación acoge la normativa que la Unión Europea desarrolla en diferentes reglamentos y, al mismo tiempo, elabora su propia ordenación para conseguir alcanzar estándares más avanzados, todo ello con una doble función: proteger al consumidor y profesionalizar los sectores para evitar el intrusismo y favorecer el crecimiento”, indican desde OMAT.
Un buen ejemplo de lo anterior es el Reglamento (UE) 2017/745 sobre productos sanitarios, que actualiza las normas relativas a la introducción en el mercado de la Unión Europea, la comercialización y la puesta en servicio de productos sanitarios para uso humano y sus accesorios. A priori parecería que esto solo afecta al ámbito médico, sin embargo, nada más lejos de la realidad, porque muchos de los aparatos de electroestética que se utilizan a día de hoy en los centros de estética entrarían dentro de esta definición. Y la "puesta en servicio" alude directamente a las competencias que el profesional tiene para hacer uso de dicha aparatología.
La entrada en vigor de esta normativa eleva los estándares de calidad y se converge hacia un nuevo escenario de competitividad en el que solo los más preparados están en condiciones de ofertar al cliente sus servicios con garantía.La entrada en vigor de esta normativa, retrasada a causa de la pandemia a mayo del próximo año, no deja lugar a dudas. Tal y como apuntan desde OMAT: “Es una muestra clara de cómo de relevante es la formación para poder desempeñar un puesto de trabajo. Solo quienes tengan conocimientos reglados, incluyendo las cualificaciones que están dentro del Marco Europeo de las Cualificaciones, como el NVQ, podrán hacer uso de este tipo de tecnología. Una forma de evitar que se causen daños al consumidor por un uso inadecuado de los aparatos, pero también de marcar los límites de quienes están en condiciones de ejercer la profesión y quienes no”.
De esta manera se elevan los estándares de calidad y se converge hacia un nuevo escenario de competitividad en el que solo los más preparados están en condiciones de ofertar al cliente sus servicios con garantía. "Y ahí, de nuevo -señalan en la entidad de certificación de peluquería y estética OMAT-, la excelencia en la atención al cliente marcará la diferencia para continuar ganando la batalla por la fidelidad de los consumidores”.