En contra de algunas noticias que hemos reflejado en nuestras páginas, incluido el papa Francisco, quien tachaba a los peluqueros de chismosos y cotillas, se impone la silla del silencio. Sí vamos, casi como el rincón de pensar, pero sin castigo, todo lo contrario, solo dando respuesta a una perentoria necesidad de más de un cliente y profesional peluquero que prefieren no dar cuerda a las palabras, frases, pensamientos y apuntes del uno para el otro y viceversa.
Y si ya existen decenas de sillas del silencio (o de pensar, porque, qué se hace cuando uno no habla...), será porque se necesitan. Y es que está claro, para gustos, los colores...
Los pioneros del silencio
El primero en instaurarla, la silla del silencio, rezan las crónicas, fue el salón Bauhaus de Cardiff, en Gales. Su dueño, Scott Miller, reconocía que “nuestro equipo de estilistas son estupendos conversadores, algo muy importante en esta profesión, y a la mayoría de las personas que vienen al salón les gusta charlar. Sin embargo, entendemos que hay personas con vidas ajetreadas que llevan todo el día hablando con gente y ahora necesitan descansar”. El objetivo que subyace en el fondo de la medida, que la peluquería sea una experiencia 100% relajante, el silencio contribuye a ello, sin duda.
José Miguel Gallardo es el fundador de Tea Cut, un establecimiento de Sevilla que se ha inspirado en la ceremonia del té para dotar a su negocio de un aire pausado y... ¡en silencio! Sí, porque entre su oferta de bienestar se encuentra precisamente, la silla del silencio, como en el AVE y sus vagones donde se prohíben móviles y artilugios escandalosos, incluidas las propias voces más altas que otras. Mejor, ¡en silencio!
Gallardo ha dicho que “cada vez quedan más lejos aquellos tiempos en los que los clientes veían a sus peluqueros como psicólogos aficionados con los que mantenían conversaciones profundas y trascendentales”.
Pero la iniciativa va a más incluso. Así, otra peluquería de Edimburgo, en Escocia, ha decidido dedicar una ‘zona tranquila’ para dar una respuesta a personas estresadas, agotadas de tanto hablar y del acelerado y agotador ritmo del día a día. El propietario, Vincent Bell, lo explica así: “Todo el mundo tiene el derecho de sentirse bien consigo mismo y, a menudo, esto tiene que ver con tener el pelo arreglado. Si la salud mental de alguien evita que puedan acudir a un salón de belleza, entonces tenemos que hacer algo y crear seguridad, colocando espacios que todo el mundo pueda visitar”.
Un templo para la salud mental y no solo capilar.