Por Ramiro Fernández Alonso - Psicoesteta

Hace unas fechas en una importante cadena de televisión yo manifestaba que el hombre estaba de moda. Lo sigo reafirmando pues, en esta citada sociedad tan cambiante y actualizada, donse se tiende a trabajar menos, a rendir culto al ocio y, por supuesto, a cuidar mucho y bien nuestra imagen, sigue vigente. En esta línea, el hombre ha evolucionado espectacularmente, porque desde la noche de los tiempos, cada uno de ellos ha querido presentarse como un caso aparte de la regla general. Sin discrepar plenamente de los demás, procura que se le considere una excepción y, tal excepción, es lo que le seduce y le concede –a poco que dé en el clavo– la magia de la singularidad. Al menos, mi equipo y yo así lo comprobamos en nuestros salones.

Hoy hablaré brevemente sobre los “acabados”, sobre esa “guinda” de todo trabajo bien hecho que a los profesionales nos gusta hacer. Ya sabemos que las tendencias son variopintas –cortes de cabello largos, cortos, medios, rizados, lisos, con transparencias, colores espectaculares, patillas de todos los estilos y diseño, barbas, tatuajes, perillas, bigotes y un largo etcétera– donde nosotros los peluqueros damos rienda suelta –en comandita con nuestro cliente– a nuestra creatividad, consejo y armonía psicoestetética, llegando al final con los acabados, con el punto sobre la “i”.

En definitiva son –en términos futbolísticos– como cuando un buen jugador hace una gran jugada y la concluye con un golazo. Los productos de acabado son pensados para mantener el estilo diseñado por el profesional peluquero, creando, manteniendo y mejorando el estilo deseado: crear cuerpo y dar volumen al cabello, levantar las raíces, repasar y marcar los mechones, modular puntas disparadas, look con efecto mojado e intensificar el brillo y, lo más interesante, proteger el cabello incorporando antioxidantes capilares (como la vitamina E) y protectores solares, etc.

Por tanto, hoy los geles de colores, espumas, sprays, gominas, ceras, etc., son primordiales para el acabado y transformaciones según necesidades de cada momento para cambiar y potenciar nuestra imagen –al trabajo, más formal y por la noche, o fiesta, o fin de semana, más informal– consiguiendo que en cada momento nos actualice y nos caiga bien ese peinado personalizado. No olvidemos que muchas veces nos juzgamos y nos juzgan a través del peinado y del vestido. ¡Casi nada!

En resumen, el hombre hoy ya se quitó de encima esos tabúes del temor al cambio, al ridículo y a despersonalizarse. Sabe que el cabello es vehículo de seducción y comunicación y lucha por conseguir esos afanes que todos llevamos dentro: afán de variar, afán de atraer y afán de singularizarse. Y llega a más: es consciente de la gran importancia que tiene un buen acabado final.

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