Primero fue amante del actual ex presidente de Túnez, Abidine Ben Ali. Más tarde pasó a ser su segunda esposa, llegando a ser así la primera dama del país. Leila Trabelsi es "la regenta" de Túnez. O "la reina" del Magreb. O "la emperadora" de Cartago. Ella ronda los 40 y antes de conocer a su marido (Ben Ali era entonces jefe de la seguridad nacional, allá por los años ochenta del pasado siglo), había sido vendedora ambulante y peluquera. Pero, sobre todo, Trabelsi, que el viernes huyó con su marido a Arabia Saudí, es el emblema de la corrupción de un régimen odiado y envilecido, y que ha tocado ya a su fin.
Los Trabelsi –Leila y sus hermanos– son los dueños de las principales empresas del país. Cuando una firma tiene éxito, la ex primera dama llega y reclama la parte del león: nada menos que la mitad del accionariado. Y sin poner un dinar.
Así se ha hecho el clan de los Trabelsi con bancos, emisoras de radio, empresas de telefonía móvil... Lo que les apetezca. La economía tunecina estaba a su servicio.
Leila Trabelsi conquistó a Ben Ali cuando éste iba ya para sustituto de Habib Burghiba, el primer presidente de la República. Siendo amantes, le dio una hija, pero esto no satisfizo a Ben Ali, que ya había tenido tres con su primera esposa, Naima Kefi. Luego, ya casados, le dio otra y, en 2005, el ansiado varón, el heredero.
Con esos frutos y una enfermedad –cáncer de próstata– que le consumía, el "hombre fuerte" de Túnez se dio a la paternidad y dejó que su joven y ambiciosa esposa obrara a su antojo. Pero esa carta blanca no era sólo para el dinero; también aspiraba la Trabelsi a heredar el poder de su cónyuge. Hizo el bachillerato por correspondencia y estudió Derecho a distancia. Se preparaba para ser regente. Pero se quedó en regenta. Una Mata Hari que primero cortó la cuerda de Ben Ali con su primera esposa, Naima Kéfi, madre de sus tres hijas, y luego deshizo los lazos del gobernante con su propio pueblo.
A Leila Trabelsi se le atribuye una personalidad manipuladora hasta el esperpento: las malas lenguas dicen que consiguió que Ben Ali se divorciara asegurando que el bebé que llevaba en su vientre era un niño, el sueño del presidente. Finalmente dio a luz a una niña, Nesrine, en Bruselas. Corría el año 1986 y los amantes aún no estaban casados (no lo hicieron hasta 1992). Mucho tardaría aún el "príncipe heredero", Mohamed, al que Leila dio a luz en 2005, trece años después de tener a su segunda hija, Halima.
Con la llegada de Mohamed se cumplió el sueño de su padre, cuya voluntad quedó aún más si cabe bajo el influjo de su esposa. Leila ha ido creciendo en estatura pública en los últimos años. Sobre todo tras las elecciones de 2009, cuando comenzó a leer algunos de los discursos de su marido. A la "reina de Cartago", como se la conoce, se le achaca un papel crucial en la última crisis. Incluso se dice que se encuentra fuera del país, con un saco de lingotes de oro del tesoro público. Aunque lo más probable es que siga dentro, gobernando en la sombra y asegurándose de que todo cambie para que todo siga igual.