Reconocida feminista, Gillard es una abogada obstinada que ha sabido labrarse un camino en el Partido Laborista. Es considerada una mujer de fuerte carácter, don de palabra y una gran capacidad para comunicar ideas, pero también una persona flexible a la que gusta escuchar la opinión de otros.

Viceprimera ministra del gobierno del cesado primer ministro Rudd desde 2007, esta mujer de cabello pelirrojo y fuerte acento australiano, ha demostrado ser muy eficaz. A medida que Kevin Rudd caía en los sondeos, esta mujer alegre, que asume abiertamente su soltería y su rechazo a tener hijos, se ganaba los favores de la opinión pública.

En 2007, un diputado conservador provocó un clamor de protesta al considerar que una mujer "deliberadamente estéril" no podía llevar los asuntos del país. En una entrevista en 2008 abordó este tema, explicando su "plena admiración por las mujeres que logran hacer frente a la vez a la vida familiar y profesional", pero que "no estaba segura de ser capaz" de hacerlo. "Hay algo en mí que se impone y me indica que si hubiese sido así (tener una familia), no habría sido capaz de llevar a cabo una carrera política", confesó.

Gillard debe ahora reunificar su partido y afrontar los mismos problemas que llevaron a la merma del apoyo popular a su antecesor. La flamante primera ministra tendrá que replantearse el proyecto de ley sobre comercio de emisiones de gases contaminantes, que el Gobierno retiró cuando perdió el apoyo del Parlamento, y el impuesto sobre las actividades mineras, al que se han opuesto con una campaña multimillonaria los dueños de las empresas del sector.

Gillard recibió un beso por parte de su compañero sentimental cuando entraba en la sala para la ceremonia de investidura.

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