Inquieta e incansable, confiesa haber llegado al mundo de la peluquería “por casualidad, con tan sólo 15 años.” Hoy, dirige con éxito un salón ubicado en Mataró (Barcelona), investiga y crea, y no deja de seguir colaborando con primeras figuras del estilismo internacional.
¿Algún secreto a la hora de triunfar? No lo duda: “Invertir constantemente en mi empresa”, declara. “Formación continua y dedicación, es decir, muchas horas de trabajo, dentro y fuera del salón”. Dice que ser mujer no se lo ha puesto más difícil. Muy segura y decidida, mima cada detalle humano y profesional. Su equipo “es mi familia laboral” y el salón, “Felicitas”, su carta de presentación, en la que siempre ha cuidado al máximo cada detalle.
Admiradora confesa de la peluquería inglesa, en la que se inspira habitualmente, asegura que hoy por hoy su mayor compromiso continúa siendo “mantener la fuerza y el entusiasmo que me han colocado donde estoy”.
¿Estilista o peluquera?
Estilista –no lo duda-.
La mayor virtud de Felicitas es...
La tolerancia y también la constancia.
¿Y su mayor defecto?
Soy perfeccionista, me exijo mucho a mí misma.
¿Algo de lo que arrepentirse?
No, intento olvidarlo.
Lo mejor de la relación
con su equipo es...
La confianza y el respeto entre nosotros.
¿Y lo peor?
Mantener el equilibrio y la motivación del día a día que necesita nuestro trabajo.
Su proyecto más
inmediato...
Mi nueva colección.
¿Qué queda aún por inventar en la peluquería?
Siempre queda algo por descubrir, lo difícil es descubrirlo y lo más fácil, seguir diciendo que ya está todo inventado.
Una pasión confesable...
¡Viajar! Viajar y conocer otras culturas.
Quisiera repetir...
Nada, nada. Cada tiempo tiene su momento y hace que la vida sea diferente.
La peluquería debe prescindir de...
Los profesionales que no se valoran a sí mismos, de este modo hacen que la peluquería no crezca.
La mejor filosofía es...
Sencillamente, ser bueno, y cada día mejor, porque el día que no mejoras, dejas de ser bueno.