En tiempos turbulentos, ¡arriesgue!
El autor nos propone una reflexión sobre los riesgos que hay que correr si queremos que lleguen los éxitos. En estos momentos de crisis debemos agudizar el ingenio y hacer "algo más" para convertir nuestros sueños en realidad
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Durante muchos años, La Bastilla fue símbolo de una tiranía total. En la Francia de los años mil setecientos ochenta, se la consideraba inexpugnable. Todos aseguraban que atacarla con éxito era imposible en toda la extensión de la palabra. Pero un 14 de julio, la gente, llevada por la desesperación, no pudo aguantar más. Enloquecidos se lanzaron al ataque y con asombro descubrieron que sólo treinta guardianes la defendían. ¡Cayó en sólo cuatro horas de lucha! ¡Se había conseguido lo imposible!
En realidad no era inexpugnable. Pero, ¿cómo podrían haberlo sabido si no se hubiera intentado? Mira a tu alrededor y encontrarás decenas de cosas que han sido posibles porque alguien no sólo tuvo la idea, sino que además se “arriesgó” a ponerla en práctica.
Te has preguntado alguna vez qué habría ocurrido si Cristóbal Colón no hubiera intentado una ruta más corta hacia las Indias. O si Thomas Alba Edison no hubiera experimentado con el foco incandescente. Quizás otras personas lo hubieran descubierto o inventado en lugar de ellos, pero lo que quiero destacar aquí es el hecho de que una sola idea no basta... hay que intentar llevarla a cabo, hay que arriesgar.
¿Por qué entonces muchas personas no intentan cosas que les parecen posibles? En momentos de dificultades económicas y financieras como las que atravesamos actualmente, nos volvemos aun más cautos y conservadores a la hora de arriesgar. Entre los muchos obstáculos, destaca especialmente el temor al fracaso. Sí, este temor nos paraliza, nos congela y probablemente nos ha robado éxitos y satisfacciones que nunca conoceremos. Pasado el tiempo lo que sí decimos es “si lo hubiese hecho”. Este temor nos impide toda posibilidad de triunfo.
Walt Disney, el genio de la creatividad, contaba la anécdota del pequeño que deseaba incorporarse a uno de sus desfiles del circo. El director de la orquesta necesitaba a alguien que tocara el trombón, y un muchacho se ofreció a hacerlo. Cuando empezó el desfile, los horribles sonidos que salían del instrumento causaron un caos tal que el director tuvo que parar el desfile. Cuando el director le preguntó ¿por qué no me dijiste que no sabías tocar el trombón? el muchacho respondió con sencillez ¿Cómo iba a saberlo si jamás lo he hecho?
En cierta forma tenía razón. No trato desde luego de justificar los fracasos resultantes de la improvisación o de la falta de conocimientos. Lo que trato de mostrar es que sólo “arriesgando” o “intentando algo” podremos alimentar ese deseo de poder encaminarnos a lograr aquello que soñamos. ¡Tomar riesgos es una parte importante del liderazgo!
Recordemos el caso de unos consultores y expertos en organización y gestión empresarial que, al hacer un estudio en detalle de una empresa, llegaron a la conclusión de que los errores eran atribuibles a cinco personas, mandos intermedios, y que el 60 por ciento los cometía uno solo de ellos.
Imagínese, esa persona cometía más errores que los otros cuatro juntos. La recomendación de los asesores fue tajante: ¡despedir a este hombre, comete demasiados errores!
Sin embargo, la empresa cliente, antes de aceptar esa drástica recomendación de la consultora, decidió investigar más profundamente el caso. En su estudio encontró que este hombre tomaba alrededor del 95 por ciento de las decisiones en su nivel. En otras palabras, este empleado se equivocaba más, pero también acertaba más. En la empresa se dieron cuenta de que sin el trabajo de esta persona las cosas casi se detendrían. Entonces la empresa decidió despedir a la empresa consultora. Es la vieja historia del hombre primitivo que nunca fracasó encendiendo fuego. No lo hizo porque jamás lo intentó. Por supuesto, comió carne cruda y pasó frío toda su vida en la húmeda caverna.
¿Cuál es su sueño? ¿Puede verse como la persona que le gustaría ser? ¿Desearía obtener una mejor educación? ¿Quisiera tener mayor paz mental, quizás también solvencia económica, realización personal en todo su concepto? ¿Está dispuesto a arriesgar?
Le advierto de algo: es posible que fracase. Puede ocurrir que luche, trabaje, se esfuerce, y algún impedimento impredecible frustre sus planes. Pero es la única forma de tener posibilidades de lograrlo.
Ahora que si lo que quiere es no sufrir jamás desilusiones ni traspiés, si prefiere acertar siempre, si sus riesgos son los justos, sólo hay algo seguro: no aspire a nada, nunca arriesgue nada. Usted acertará.
Un viejo dicho muy oído en el béisbol, deporte en el que no existe el empate, “alguien debe ganar”, lo ejemplifica con claridad: "Nadie llega a la segunda base si permanece con el pie puesto en la primera”. Claro que hay riesgo en correr las bases, pero hay que reconocer que es la única forma de ganar. Samuel Weiss dijo: “Nadie sabe de lo que es capaz, ¡hasta que arriesga!” Y haríamos bien en recordarlo cuando estemos frente a una oportunidad, porque solamente intentándolo sabremos nuestro verdadero potencial.
Benjamín Franklin dijo, en palabras que aún traducidas suenan hermosas: “El hombre que hace cosas, comete errores, pero no comete el más grande de todos los errores, el error de no hacer nada”. El temor a cometer errores, el temor al fracaso, el temor al rechazo es culpable de muchas vidas vividas que se quedan en el montón. Y la verdad es que no es justo.
En estos momentos turbulentos debemos agudizar el ingenio, utilizar nuestros recursos y sobre todo arriesgar, porque de esta manera contribuimos a mejorar nuestro crecimiento profesional, personal, familiar y el de nuestro entorno. Cada uno de nosotros somos responsables de nuestro futuro y para ello tenemos que crearlo.
La botella medio llena: pensar que es mejor no correr riesgos para no fracasar, no hacer nada más que lo justo para sobrevivir con tranquilidad y sin riesgos. Mantenerse en la zona cómoda.
La botella totalmente llena: comprender que el que más arriesga más problemas encontrará, pero finalmente logrará más; siempre será preferible hacer algo aún con el riesgo de cometer errores.
Es preferible "algo" imperfecto que "nada" a la perfección.
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