Verse bien y sentirse bien son dos aspectos imposibles de separar. Una cuestión revierte en la otra. Por eso, en pleno siglo XXI, cuidar la imagen ha pasado de ser algo frívolo a una necesidad para mantener la autoestima sana y fuerte. Hoy, los templos de la belleza, son también una fuente de bienestar psicológico imprescindible.

La malvada bruja del cuento de Blancanieves preguntaba una y otra vez a su espejo: "Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?". Su necesidad de autoafirmación era tal que necesitaba escuchar una y otra vez la misma respuesta, ella era la más bella. Sin llegar a estos extremos, cada uno de nosotros buscamos también nuestra mejor versión a diario en la imagen que proyectamos para reforzar nuestra seguridad en nosotros mismos.

Ser o contar con profesionales de la peluquería y la estética que hayan superado la evaluación que certifica su nivel de calidad en el trato con el cliente, es una inversión para asegurar la satisfacción de nuestros consumidores.

Vivimos en una sociedad dominada por la imagen. Por supuesto que la revolución tecnológica y las redes sociales han contribuido mucho en este fenómeno, pero no es nada nuevo. Desde que el ser humano tiene sus necesidades básicas cubiertas, busca nuevas aspiraciones, entre las que destaca la de “sentirse a gusto en su piel”.

Los cambios radicales de corte o color de pelo han servido a muchas personas como terapia para poner fin a un momento de su vida e iniciar una etapa nueva. De hecho, parece que resurge alguien nuevo, con otro aspecto y, a su vez, más seguro y poderoso, dispuesto a enfrentar cualquier adversidad. Igualmente, un tratamiento estético para mejorar el aspecto de la piel puede conseguir que, además de desestresarse, el cliente que lo reciba sienta que se ha liberado de complejos que limitaban sus acciones.

El confort del cliente lo es todo, objetivo: la excelencia en la atención y el trato

Tal y como explican desde OMAT, la única entidad de certificación especializada en peluquería y estética, "en todo el componente emocional de los clientes, no solo es importante el resultado final del trabajo técnico realizado por los profesionales, sino el proceso en sí. Es más, a nivel psicológico, es más relevante cómo nos hacen sentir en el salón de peluquería o de estética, que el tratamiento en sí, siempre y cuando éste cumpla con los mínimos necesarios, por supuesto".

Así, y tal y como indica OMAT: "El confort del cliente es fundamental. Cuando uno acude a un centro de estética o a una peluquería, va buscando bienestar y, por tanto, el profesional debe conseguir que su cliente se sienta a gusto con toda la experiencia del tratamiento. Debe sentirse cómodo desde que abre la puerta. Es un momento para relajarse, para liberarse o para transformarse y salir con energía renovada. Si las formas con las que se trata al consumidor no son las adecuadas, si falta amabilidad y empatía o si está tan pegado al cliente de al lado que no puede disfrutar de su momento, estaremos perdiendo una oportunidad irrepetible. Todos volvemos al lugar en el que nos hemos sentido bien".

Aunque no parezcan relevantes, las habilidades sociales en el trato con el cliente son clave para el funcionamiento de un negocio. Por eso OMAT, como entidad de certificación especializada en este sector, ha puesto en valor una cuestión básica: la excelencia en la atención al cliente. Ser o contar con profesionales de la peluquería y la estética que hayan superado la evaluación que certifica su nivel de calidad en el trato con el cliente, es una inversión para asegurar la satisfacción de nuestros consumidores. Sabiendo gestionar esto, tendremos en nuestras manos el verdadero poder de la belleza: responder a las necesidades del cliente con éxito para que siempre vuelva.









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