Publicado por Pablo Abeytua
Los medios impresos, las agencias de viaje, las inmobiliarias, las empresas de comunicación... muchos negocios han visto como su ecosistema se transformaba de arriba a abajo de la noche a la mañana, y han tenido que hacer frente a adaptaciones y cambios constantes para sobrevivir.
Pero las ferias... ¿qué han hecho las ferias en este mundo cambiante? ¿Quizá no les afectan los cambios tecnológicos? ¿No necesitan adaptación al medio para sobrevivir?
Hubo un tiempo en el que las ferias eran un cita anual esperada con ilusión. Era un momento que concentraba novedades, experiencias, unión profesional. Significaba adentrarse en un mundo que nos impresionaba y entusiasmaba, que nos hacía identificarnos como grandes profesionales. Generaba sinergias, fama, innovación, compromiso como sector...
Si bien en las dos últimas décadas la importancia del sector de la estética y el mercado de imagen personal ha ido creciendo en consonancia con la evolución social, el aumento del nivel de vida y la integración de la mujer al mercado laboral, las ferias de peluquería y belleza han ido decayendo de manera constante. Toda esa época dorada de las ferias ha terminado. A mi modo de ver hay dos grandes factores que influyen en la decadencia de este tipo de eventos globales y multitudinarios.
1.- Básicamente las ferias no son ya el modo natural de acercarse a las novedades.
2.- Por su falta de adaptación y no dar respuestas a esa realidad, las ferias de peluquería y estética ya no son un polo de atracción ni para la industria ni para los profesionales, y en cambio se han convertido en espacios que tienden a excluir a ambos en favor del consumo.
Para ilustrarlo, veamos un evento que también en su día gozó de una amplia repercusión mediática y que cayó en declive, y casi extinción: la informática. En los años 90 el SIMO era una feria con unas cifras impresionantes. Se batían récords año tras año de metros cuadrados, expositores y participantes. Sin embargo, una vez que ese sector llegó a su pico máximo de expansión, la feria fue languideciendo y reduciéndose en años sucesivos hasta convertirse en un evento menor.
Caso opuesto ocurre con las ferias dedicadas a la tecnología móvil. Las ferias de móviles acaparan tanta expectación que son capaces de reunir grandes masas de fabricantes y usuarios, donde merece la pena presentar novedades y marcar tendencias. Son momentos clave en los que los grandes quieren estar presentes si pretenden seguir al frente de la industria.
Nuestro sector está en fase de declive muy avanzado, y únicamente el atraso endémico en el acceso a las nuevas tecnologías, o la falta de cultura empresarial de nuestro sector, es lo que las mantiene dando sus últimos coletazos. Basta acudir a cualquiera de las anacrónicas ferias de nuestro sector que actualmente siguen adelante. Nada nuevo. Las mismas caras, los mismos stands (sí, físicamente podemos ver los mismos stands año tras año, feria tras feria), los mismos shows, las mismas demostraciones "espectaculares" de maquillaje, uñas y demás. También las mismas caras de aburridos en el personal de algunos stands. Pero es que realmente no hay nada nuevo en los últimos años. ¿Qué sentido tiene pues, una feria en la que no hay nada nuevo que ver?
Trasvase interacción comercial a superficie de venta
Las ferias deberían ser un punto de encuentro de las firmas con los profesionales, de los fabricantes con los distribuidores, y de los comerciales con los profesionales. Si no hay novedades y desciende la ocupación, las ferias se ven obligadas a incrementar la superficie dedicada a venta para sufragar los costes y poder mantener el precio del metro cuadrado.
Existen muchos ejemplos de ferias profesionales, pero pocos como las ferias de peluquería y estética en los que la entrada de público no profesional se convierta en masiva. Si uno se planta en la entrada de cualquiera de estas ferias lo que presencia es una auténtica avalancha de consumidoras, provistas de carros de la compra más o menos fashion, y por supuesto de una entrada gratuita-profesional.
La organización de los espacios es más propia de un gran centro comercial, y esta distribución daña a las marcas profesionales de prestigio que quieren diferenciarse de las que son más propias de un "Todo a Cien". Puede ser contraproducente dejarse asociar a semejante mercadillo.
¿Para que más puede servir una feria?
¿Qué sentido tiene para un peluquero asistir a una feria de peluquería? ¿La formación? ¿Las novedades? ¿Se justifica el tiempo y el dinero invertido en una visita que consiste básicamente en un paseo alrededor de unos stands que son los de siempre, y donde hay lo mismo que siempre? Los shows tienen interés para un sector muy reducido.
Básicamente los shows y espectáculos que suelen prodigar las ferias tienen nulo interés para el profesional, unos precios desorbitados, y la calidad es mínima. Son el escaparate para el postureo y para que el grupo de profesionales-hipster-gurús-blogueros puedan presumir de haber sido invitados a la front-row.
La consecuencia es la exclusión del profesional de las ferias. Paradójicamente todo el negocio del sector gira entorno al profesional, y las ferias le han dejado fuera.
El futuro de las ferias
Ante este panorama tan negro, los organizadores de las ferias deberían salir de esta inercia y buscar un nuevo sentido a su existencia, antes de que los profesionales y las empresas les den definitivamente la espalda. Quizá las ferias deberían reinventarse y ofrecer otro tipo de alternativas, o reducir su número y su tamaño. O quizá son los fabricantes y expositores los que deberían plantearse qué van a presentar en una feria y cómo van a presentarlo.
Todavía las ferias ejercen cierta magia y atracción sobre los profesionales. Aún es posible no ignorarles y conectar con ellos cara a cara, aprovechando esa cercanía. Si los expositores no estamos a la altura, y no tenemos nada que ofrecerles, mejor no defraudarles y no hacerles perder tiempo, dinero e ilusión.