El invento que vino a revolucionar la historia de la peluquería, a partir de ahí todo cambió, impulsando con la misma potencia que predica a fabricantes, comercios, salones y profesionales, y nuevos descubrimientos y aparatos, el secador eléctrico, celebra su 130 cumpleaños

Por eso motivo, y para admirar a los primeros, el Friseurmuseum de Herr Zopf en Neu-Ulm, museo ubicado en Alemania, el más grande hasta el momento, copa titulares y noticias. En el Friseurmuseum existen más de 12.000 exposiciones desde la Antigüedad hasta la era moderna cuidadosamente alojadas y exhibidas. Tanto alberga que está próximo a ser incluido en el Libro Guinness de los Récords.

No pudo ser otro que un peluquero el fundador de la muestra. De hecho, el museo lleva su nombre. Herr Zopf, profesional de prestigio, y entre otras cosas, historiador aficionado y, por supuesto, coleccionista, atesorando en el Friseurmuseum objetos, en cuanto a número y origen, únicos para un cónclave de igual naturaleza en formato y tamaño.

Pero volvamos al tema que nos ocupa, con motivo del 130 aniversario del nacimiento del secador eléctrico, en este gran museo, uno de los primeros secadores con los que nos encontramos, pertenecientes a la era moderna, predecesor a los modelos actuales, data de entre 1912-1914, el cual funcionaba con gas y electricidad, similar a otro todavía anterior, creado por Sanitas en 1899, marca registrada 10 años más tarde bajo el nombre de Fén. Aquellos extraños artilugios, sin embargo, carecían de la tecnología y potencia modernas, llegando a alcanzar solo los 90 ºC en su afán de secado, lo cual los convertía sin duda en todavía precarios.

Aunque todo fue mejorando y la inversión en I+D de una industria floreciente convirtió al secador en el icono de la peluquería, utilizado no solo para el secado, sino anunciado como el objeto de deseo, herramienta imprescindible para el peinado.

Algunas otras curiosidades y piezas extraordinarias del Friseurmuseum de Herr Zopf

En el Friseurmuseum de Herr Zopf podemos encontrar algunas otras rarezas dignas de ser mencionadas.
Es el propio museo quien destaca tres en concreto.

Una pieza muy especial entre sus vitrinas y estanterías es la lista de clientes del Salon Harand de Dresde. En este salón, celebridades como la Reina de Grecia, Heinz Ráhmann, Theo Lingen, Trude Herr y otros grandes personajes del momento fueron fotografiados para la posteridad. Hoy en día, en realidad es la única peluquería que ha sido catalogada como monumento.

Actualmente es tendencia, tras los efectos de la pandemia, y antes como propuesta de sostenibilidad del planeta. Pues bien, el jabón para el cabello, fue sin embargo hace tan solo unas décadas, una reliquia, reemplazada por champús y otros cosméticos líquidos y envasados. Los jabones recuperan su protagonismo, a pesar que no se trate efectivamente de un invento moderno, sino todo lo contario. Aunque debe su renacimiento a la conciencia ecológica, sus orígenes son muy antiguos. Hace unos 4.500 años, en el actual Iraq, los sumerios dejaron la primera receta de una forma temprana de jabón en una tabla de arcilla. Sus componentes: cenizas de plantas alcalinas y aceites. En el museo de peluquería de Zopf se puede encontrar una nutrida colección de jabones que recorren todas las épocas.

La copa de la barba es otra de esas rarezas exquisitas con las que extasiarse. Un invento que se remonta a la época del emperador Guillermo II. La copa de la barba era necesaria para el emperador para que pudiera disfrutar de su barba sin obstáculos sin que la bebida caliente deformara su bigote. La copa de la barba tiene un puente en la parte superior que protege a ésta para que no entre en contacto con el café y deshaga la forma de la barba. Incluso hay una copa de barba para zurdos que adorna la exposición del Friseurmuseum.









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