Samuel Mullet, Johnny S. Mullet, Daniel S. Mullet, Levi F. Miller, Emanuel Schrock y Lester S. Muller son los miembros de la comunidad amish que pueden ser condenados a cadena perpetua por haber cometido crímenes de odio por razones religiosas, según las leyes federales de Estados Unidos. Aunque este grupo ha realizado actos más crueles, como pudieran ser violaciones y agresiones, la realidad es que si se enfrentan a una posible cadena perpetua es por haber cortado las barbas y los cabellos al vecino. Los ataques se produjeron entre los meses de septiembre, octubre y noviembre de este año.

Para poder entender cómo pueden ser castigados con cadena perpetua, hemos de aventurarnos a conocer algo más de la comunidad amish. Los amish, popularizados por Hollywood en la película “Único Testigo”, protagonizada por Harrison Ford, son una comunidad cristiana que llevan una vida austera y reniegan de todos los avances de la tecnología moderna, incluso de la electricidad. Viven del campo y procuran no mezclarse con nadie que no sea de su congregación.

Son originarios de europa central, especialmente de Suiza y Alemania, y su lengua es el deitsch, swiss o dutch, dialectos todos ellos provenientes del alemán. Emigraron a Estados Unidos hacia el 1700 a causa de las persecuciones religiosas producidas durante el siglo XVIII y se establecieron en Pensilvania. Actualmente los amish en Estados Unidos son unos 260.000, distribuidos en 28 estados.

Sus creencias se basan en el Nuevo Testamento entendido de forma literal. Defienden el pacifismo y la vida sencilla que, según ellos, predicó Jesús. Su doctrina es anabaptista y practican la no-resistencia y la no-violencia.

A diferencia de la Iglesia Católica, los amish no tienen una estructura jerarquizada ni centralizada. Por tal motivo, en algunas comunidades son aceptadas ciertas normas y en otras no. Cuando hay algún tema importante o delicado por debatir, se reúnen los diferentes líderes eclesiásticos y deciden qué hacer. A los miembros que no obedecen las reglas impuestas se les excomulga apartándoles de la vida social hasta que decidan aceptar de nuevo las normas. Como defienden el perdón, no hay castigos ni represalias para quienes deciden volver a las reglas de la comunidad.

Para la religión amish, la barba y el cabello son sagrados. Un hombre amish estará siempre bien afeitado mientras permanezca soltero, pero al casarse dejará que su barba y su cabello crezcan. Esto también sirve para las mujeres, que se dejan el cabello largo cuando contraen matrimonio. La razón de ello es que, según esta comunidad, la Biblia así lo ordena.
Sin embargo, el hecho de afeitarse los bigotes les viene por el recuerdo de los militares que los perseguían en Europa durante los siglos XVI y XVII, y que solían llevar bigotes y no barba por la moda que en aquella época se imponía entre los miembros de esa institución armada.
Dicho todo esto, ya podemos centrarnos en los hechos…

Samuel Mullet, de 66 años, es el principal acusado. Llegó con su familia a la localidad de Bergholz, Ohio, en 1995, tras discrepancias con líderes religiosos de otra parte del estado. Ocho años más tarde ya era el principal líder espiritual y obispo de esa comunidad.

En 2005, su decisión de excomulgar a varias familias por no acatar sus órdenes produjeron un cisma en la comunidad. Su decisión fue cuestionada por otros líderes religiosos y la situación empezó a ser complicada cuando Mullet empezó a realizar acciones de castigo a quienes le contradecían. Las víctimas eran obligadas a dormir en un gallinero y a entregar a sus mujeres al líder para que fueran exorcizadas. Allí el líder abusaba sexualmente de ellas.

Estos ataques no fueron denunciados a las autoridades, ya sea por su aislamiento de la sociedad o porque creen firmemente en que deben perdonar para que Dios les perdone a ellos. Sin embargo, Mullet fue más lejos. Harto de ver que algunos de sus feligreses se resistían a cumplir con sus abominables normas, decidió tocar lo más sagrado de los amish y empezó, con sus secuaces, a cortarles el pelo con lo que ello significa para esta comunidad. Y encima, lo hizo con suma crueldad, porque utilizó máquinas de afeitar y retrataron a las víctimas con cámaras fotográficas para conseguir la máxima humillación posible.

Los amish, aterrorizados, dedicieron entonces acudir a las autoridades. Contactaron con el FBI que, tras la investigación, acusaron a Mullet, a tres de sus hijos y a otros cuatro miembros de su clan, de crímenes de intolerancia y odio por razones religiosas, delitos castigados con cadena perpetua según las leyes federales de los Estados Unidos.

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