"Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años".
Abraham Lincoln, decimosexto Presidente de los EE UU (1809-1865).
Esta nueva teoría económica que gana vigor con la crisis y denominada decrecimiento, aboga por algo que puede parecer que nada a contracorriente: los expertos argumentan que unas jornadas laborales excesivamente largas agravan el impacto ambiental, socavando las bases de la naturaleza, que son el principal capital de la economía. Un modelo de vida basado en la simplicidad voluntaria aliviaría la presión sobre los ecosistemas y mejoraría el bienestar general.
Algunos estudios sobre decrecimiento concluyen que a medida que aumenta la jornada laboral se agravan los efectos ambientales y la huella ecológica sobre el planeta. Las personas “escasas de tiempo”, aquellas que trabajan muchas horas, tienden a optar por estilos de vidas que comportan un uso intensivo de los recursos. Sus desplazamientos son más intensivos, comen frecuentemente fuera de casa, disponen de casas más grandes gastando más energía en mantenerlas...
La falta de tiempo –por trabajar demasiado– hace que la gente se dedique menos horas a actividades de bajo impacto ambiental (pasear, relajarse, tener un huerto, estar con la familia, etc). Se deduce entonces que trabajar menos ayuda a conservar las bases naturales sobre las que se asienta la economía (agua, aire, recursos energéticos y naturales), aportando también grandes beneficios a la persona. Vale la pena profundizar en ello.