En primer lugar, la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa) manifiesta su respeto por la OCU y su labor en general, pero desea poner en duda la rigurosidad y metodología empleada en el análisis de su informe sobre cremas antiarrugas, pues ha identificado, al menos, 10 errores metodológicos graves que invalidan las conclusiones y confunden al consumidor.

Según Stanpa, si una compañía cosmética presentara sus resultados ante las autoridades sanitarias de la forma en la que se exponen en el informe de la OCU, no obtendría la aprobación. Asegura también que el estudio sobre 14 cremas antiarrugas es de calidad muy inferior al que realizan las compañías para medir la eficacia de sus productos.

Los 10 errores metodológicos:

1. El mismo estudio, publicado en diferentes países, coloca a los productos en distinto orden y emite conclusiones diferentes. Es injustificable que un mismo estudio publique resultados diferentes según el país en el que se difunde.

2. Los resultados de los productos aparecen alterados en función del país en el que se publicó el informe. En Francia, Bélgica o Portugal, la crema situada en primer lugar tiene una eficacia antiarrugas percibida por los consumidores como Mala (-), mientras que en el informe publicado en España, aparece como Aceptable.

Un buen producto responde a años de investigación en la que participan equipos multidisciplinares: dermatólogos, químicos, físicos, biólogos y demás expertos que trabajan en el campo de la protección y cuidado de la piel.

3. El estudio no dice dónde se ha realizado, ni explica las garantías de homologación o certificación de sus métodos. El estudio de la OCU utiliza una metodología de análisis apenas descrita y la publicación está llena de imprecisiones, inaceptables en un estudio científico.

4. La muestra utilizada ha mezclado mujeres de entre 31 y 70 años, lo que supone una diversidad en la madurez de la piel y en las necesidades de tratamiento completamente distintas.

5. El tratamiento estadístico de los datos no ha sido explicado y las referencias a ello son imprecisas y, probablemente, erróneas. No se han publicado los resultados directos de las medidas científicas, que deben reflejar, al menos, cuatro valores: número total de arrugas, longitud de la arruga, superficie total y profundidad de la arruga. Tampoco se presenta el porcentaje de reducción objetivo.

6. El mismo estudio publicado en distintos países afirma en unos casos que participaron 995 mujeres mientras que en otros, indica que participaron 450, lo que cuestiona la fiabilidad de la información. Además, no se especifica qué tipo de evaluación dermatológica previa se realizó, algo imprescindible en este tipo de estudios.

7. El estudio dice que ha utilizado un "producto estándar elaborado por el laboratorio de eficacia conocida" como comparación. No existe tal producto.

Según Stanpa, si una compañía cosmética presentara sus resultados ante las autoridades sanitarias de la forma en la que se exponen en el informe de la OCU, no obtendría la aprobación.

8. La reivindicación "antiarrugas" no se basa en una sola forma de actuación sino hasta en siete factores, lo que ignora totalmente el informe de la OCU, excesivamente simplista. Es un error considerar para la diversidad de productos antiedad la medida de solo dos factores. La evaluación objetiva de la eficacia de un producto antiedad requiere de una técnica instrumental adecuada para cada uno de los siete signos del envejecimiento cutáneo identificados. Además, los productos mezclados en el estudio tienen diferentes objetivos, pero se ha medido a todos con un único parámetro.

9. El informe no considera el resultado favorable declarado por las propias mujeres encuestadas, limitándose a decir que "sí que está de parte de las cremas", pero no ha otorgado valor a la autoevaluación por las consumidoras, que sí es una parte considerada científicamente necesaria en los estudios acreditados.

10. Sin base científica alguna, el informe incita a despreciar expresiones como "dermatológicamente testado" o "con control dermatológico". Estas informaciones están reguladas en las directrices de la Comisión Europea y aportan una información de gran valor para el consumidor.

La ciencia detrás de la cosmética

Una gran parte de la inversión en I+D de la industria cosmética se destina al desarrollo de productos contra el envejecimiento. Gracias a la investigación, hoy en día el sector conoce mucho mejor cómo envejecemos. Hay productos que ejercen un efecto antiedad inmediato (flash) y otros que actúan más a largo plazo mediante diferentes mecanismos: hidratación, protección frente a la radiación solar, efecto antimanchas, luminosidad y efectos tensores, etc.

Un buen producto responde a años de investigación en la que participan equipos multidisciplinares: dermatólogos, químicos, físicos, biólogos y demás expertos que trabajan en el campo de la protección y cuidado de la piel, frente a los distintos y complejos mecanismos que ocasionan la pérdida de características de la piel con el paso del tiempo. Hay toda una tecnología de última generación que estudia los efectos de los ingredientes novedosos.









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