Cuando un hombre no sabe hacia donde navega,
ningún viento le es favorable.
Séneca, filósofo latino.
No es nada nuevo decir que estamos en la era de la innovación. Todo cambia a velocidad de vértigo. Cada vez hemos de asumir más cambios en nuestras vidas, tanto a nivel personal como profesional. No podemos observar nada como estable. Las distintas versiones de los negocios también tienen cada vez menos tiempo de vida. Son éxitos efímeros, con menos garantías de que mañana sigamos disfrutándolos. Antaño queda aquello de heredar empresas donde poco modificábamos para seguir sobreviviendo.
La empresa viva es aquella que sabe adaptarse a esos cambios de forma exitosa. Sin embargo, los datos son poco alentadores: dos tercios de los proyectos de cambios fracasan. Es tanto el drama del microempresario como del empresario de la mediana y gran empresa. Uno de los motivos reside en que las personas que conforman la empresa no evolucionan, el empresario no se apoya en el equipo para escuchar, apoyar e influir en ese movimiento evolutivo como entidad única que es la empresa. El estilo de liderazgo transformador ha de mirar hacia el equipo, adaptándose dinámicamente a la realidad que les rodea. El liderazgo no es más que saber cómo administrar el valor de ese equipo para guiar el día a día de la empresa hacia el éxito. El liderazgo transformador es igual a supervivencia. Si no hay algún tipo de liderazgo no habrá una garantía de éxito en la empresa.
Una parte importante de las empresas de nuestro sector nacen con el respetable esfuerzo del emprendedor, del profesional que monta su primer salón y se topa con el fracaso cuando necesita administrar un pequeño equipo para desarrollarse, es decir, cuando aborda el proceso de pasar de emprendedor a empresario.