"La peligrosidad es intrínseca al
futuro. Los más notables avances
de la civilización son procesos
que casi aniquilan a las sociedades
en cuyo seno se producen”.
North Whitehead, matemático
y filósofo inglés (1861-1947).
Dice Nielsen que las ventas de labiales han bajado un 46% en España. Maquillaje y fragancias no se compran o se compran menos. Reino Unido anuncia que el mercado de los cosméticos y artículos de tocador, este año, desciende un 10%. Y así una sucesión de estudios y cifras que apuntan directamente a la bajada del consumo por obra y gracia de la pandemia. El coronavirus lo cambia todo. Tanto, que el famoso efecto 'lipstick', el aumento de adquisiciones de pintalabios durante crisis y guerras, ha dejado de serlo.
La barra de labios, un recurso psicológico de ánimo y esperanza, preconizado y estimulado por Churchill en la I Guerra Mundial, inamovible como tal en tiempos convulsos, tampoco existe.
Las mascarillas tapan bocas y el encierro se olvida de modas y maneras. El pijama y la cara lavada impiden el desarrollo del mercado tradicional y la tienda física. Y el quedarse en casa nos confina, sí, aunque abre también otras perspectivas. Por ejemplo, el despegue del e-commerce, con un aumento previsto del 16,5% en 2020, según Edge by Ascential.
Queda claro, a estas alturas nadie lo discute, que muy poco volverá a ser como antes. Y que la Covid-19 se ha encargado de acelerar los nuevos procesos. Es tiempo de reflexionar, pero no parar, para invertir en las nuevas corrientes emergentes, léase economía sostenible y negocios digitales en materia de belleza.
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