San Valentín está a la vuelta de la esquina. De todas las posibles actividades en pareja, hay una que gana adeptos/as: el tatuaje. Es cierto que los posibles mensajes, diseños y dibujos son infinitos (los menos sutiles se tatúan anillos, a modo de alianzas), pero también lo son las tintas a emplear. Entre los más originales, destaca el white tattoo, a base de tinta blanca. Hace tiempo que estos tatuajes circulan en el mercado, aunque se pusieron de moda a lo largo del año pasado. De ello se encargaron celebrities como las modelos Cara Delevigne y Bar Rafaeli, aunque las precursoras fueron la top Kate Moss y la actriz Lindsay Lohan.
Un tatuaje discreto, ideal para las personas reacias a decorarse la piel
Con el white tattoo, la tinta blanca adquiere una relevancia inusual. Esto se debe a que los tatuadores suelen utilizar el blanco para resaltar detalles, rellenar y aportar luz al diseño en tintas negras y/o diferentes colores. Al otorgar protagonismo al blanco, el dibujo gana en elegancia y personalidad. Sobre la piel, este tatuaje crea un efecto discreto y poco llamativo, idóneo para hombres y mujeres que se cansan pronto de los tatuajes o son reacios a los mismos, en un principio.
La tinta blanca es un pigmento muy suave que se ha de remarcar dos o más veces durante su aplicación. Una vez cicatriza, el white tattoo se funde con la piel y forma parte del propio cuerpo. A algunos tatuadores no les gusta, ya que parece una cicatriz de la infancia o una excoriación (irritación cutánea que aparece donde la piel roza contra ella misma, la ropa u otro material). Con el tiempo, el dibujo puede amarillear e incluso desaparecer, si se expone al sol. Esto se debe al hecho de que este pigmento es débil a la exposición solar. Aun así, el white tattoo es una alternativa discreta, delicada y útil para aquellas personas que no se quieran exponer por su trabajo y/o elección. Y sobre todo, es diferente al resto. Sin duda, un buen mensaje para una jornada especial como la del Día de los Enamorados.