"En la vida, los bloques de granito se hunden;
los corchos siguen flotando".
Pierre Auguste Renoir, uno de los más célebres
pintores franceses (1841-1919).
“La flexibilidad está aquí para quedarse”. Así de rotundo se muestra Charles Grantham al dar su opinión sobre este concepto que él lleva investigando dentro del ámbito laboral desde hace más de dos décadas. Tal vez, en Estados Unidos, desde donde el autor de libros como El futuro del trabajo y Agilidad empresarial contesta a través del correo electrónico, esta realidad sea más palpable que en nuestro país, en el que el sector servicios –”un tipo de trabajo en el que es difícil aplicar herramientas de flexibilidad”, apunta Grantham– es la actividad que más aporta a nuestra economía.
Desde hace tiempo estamos viviendo una revolución en la forma de trabajar, lo que sucede es que pocas empresas se deciden a establecer las bases de esta flexibilidad.
De igual manera, señala la importancia del trabajo colaborativo frente al productivo y transaccional. “Son los llamados knowledge workers (trabajadores del conocimiento), que funcionan en equipo y de forma más creativa”. El trabajo no es un lugar, es una actividad.
Está claro que ciertas profesiones tienen mayor dificultad para aplicar este nuevo sistema, pero en el fondo todas son susceptibles de aplicación en mayor o menor grado, donde nadie tiene un espacio asignado ni despachos personales, todo son zonas comunes donde el trabajador elige su espacio en función de la actividad que en ese momento necesite realizar. Estos empleados disfrutan de un mayor grado de satisfacción y de fidelidad a la compañía y llegan a ser un 15% más productivos que los compañeros que trabajan atados a un ambiente más tradicional.
¿La flexibilidad horaria de los trabajadores nos puede ayudar a ofrecer un mejor servicio a los clientes de un centro de belleza, como por ejemplo un más amplio horario de atención a nuestros clientes?