"El origen del sufrimiento es el
apego, que crea la ilusión del ego".
Buda, asceta, eremita y sabio en
cuyas enseñanzas se fundó el Budismo
(siglos VI-V a. C.).

O reconstrucción. Pospuestas por la pandemia, obligadas a la reinvención. Reubicadas una y otra vez, ahora mayormente concentradas en el último cuatrimestre del año si toda va bien o trasladadas definitivamente a 2022. Abocadas a la búsqueda de otros soportes, el on-line a la cabeza, para su realización, no sin generar cierta confusión y fatiga ante cada nuevo anuncio de puesta en marcha y/o cancelación.

Las organizaciones y recintos feriales viven un momento trascendente. Queda claro que las cosas han cambiado. El consumidor y la industria de la belleza ya no son, no somos los mismos de hace un año. Y cuando el debate acerca del necesario cambio de este tipo de exposiciones era casi solo mera anécdota con anterioridad a la Covid-19, ahora es tema candente a resolver con urgencia. Queda claro que no queremos, nadie quiere, que las ferias y congresos físicos desaparezcan. Creemos en el contacto personal, más en belleza. Pero también es verdad que el desarrollo exponencial de lo digital en los negocios y en la vida diaria de las personas es ya contemplado como esencial para la dinamización de todos los sectores, incluidas las ferias y congresos, tras la Covid-19.

Desconocemos cuál será el impacto de la acumulación de ferias cercanas unas a otras, alterando el calendario habitual, una vez las grandes concentraciones de personas sean permitidas. Como tampoco sabemos las consecuencias de algunas prácticas deshonestas por parte de contados organizadores en torno a los importes abonados de ferias suspendidas y a pesar de su solicitud, no reintegrados a los expositores. Queda claro que el reto de la innovación se hace más patente que nunca en un modelo ferial que precisa de una redimensión, nuevo enfoque y adaptación a los nuevos tiempos que corren.

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