Estée Lauder: 'Yo nunca he pasado un día sin vender'
El secreto de su éxito sin duda. No dejar de vender ni un solo día de su vida. La gran dama de la cosmética que conquistó el Nueva York de mediados del siglo XX para dar paso a un imperio en medio mundo y que continúa en nuestros días, Estée Lauder
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Estée Lauder es una de las más famosas empresarias en el mundo de la cosmética, que a mediados del siglo XX creó un imperio propio basado en su naturaleza indiscutiblemente empresarial y su pasión y amor por la belleza.
Su nombre real era Josephine Esther Mentzer. Nacida el 1 de julio de 1908 en Corona, Queens, Nueva York. O eso al menos rezan las crónicas, porque su propia familia afirmaba que su fecha real de nacimiento se remontaba a dos años antes 1906. No nos extraña este curiosa anécdota de la biografía de la apodada 'La gran dama de la cosmética'. Su atracción por la estética, la moda y el cuidado de cuerpo y rostro y las fórmulas de cremas, perfumes y afeites los transportaba a su propia persona, desde muy joven, disfrutando siempre de una imagen impoluta y a la última, de extrema elegancia y belleza.
De Hungría a Nueva York, la tierra prometida
Aunque natural del popular Queens, en el Nueva York de principios del 1900, donde los sueños podían hacerse realidad, la tierra prometida para miles que cruzaron el Atlántico en busca de fortuna, sus orígenes eran europeos, concretamente húngaros.
Su padre fue Max Mentzer y su madre Rose Mentzer. Ambos influyeron en la joven Estée desde la cuna. Su madre, siempre atenta a su imagen, su padre inculcándole las bases de la empresa y el comercio.
De la historia de esta neoyorquina empeñada en conquistar el mundo, destaca su afán de investigación y su entrega a la formulación, además de su vena intrínsecamente empresarial. De hecho, sólo tenía 20 años cuando, teniendo ya muy claro lo que quería, comenzó a elaborar sus propias cremas y productos cosméticos de forma totalmente artesanal.
Recogen los libros de historia que en un principio Esteé hacia sus ungüentos y cremas usando un horno de gas que le pertenecía a su tío. A partir de ahí, fueron estas ganas de triunfar y emprender lo que le empujaron a la cima. Y una dedicación de esas que destacan y que solo desarrollan unos pocos elegidos. Sus productos los vendía ella misma visitando puestos en mercados ubicados, primero en Nueva York y poco después en Miami Beach, Florida. Ya apuntaba a la expansión.
¿Su primer must de belleza? Una crema para las uñas. Toda una novedad por aquel tiempo. La crema como tal las endurecía y fortalecía.
Esteé Lauder no se durmió en los laurales ni hizo que el éxito la frenara, todo lo contrario. Ya con su crema como icono de belleza, sigue visitando, sobre todo salones de belleza en los que, si no compraban sus cosméticos, no dudaba en ofrecer y regalar las muestras de sus productos.
El nacimiento del emporio Lauder
El 15 de enero de 1930 contrajo matrimonio con el empresario textil Joseph Lauter, hijo de dos inmigrantes gallegos, Lillian y William Lauter, y cambió su apellido por el de Lauder. El 19 de marzo de 1933 nació su hijo Leonard Allen, y a principios de 1937 el matrimonio empezó a utilizar el nombre de Esteé Lauder para denominar sus productos. La pareja se divorció en 1939, pero volvió a casarse en 1942. Dos años después, en febrero de 1944, nacía su segundo hijo, Ronald. En 1946 los Lauder creaban formalmente la empresa que revolucionaría el mundo de la cosmética, Estée Lauder.
El resto fue una alianza indestructible entre la pareja Lauder. Había nacido formalmente, y con este enlace, el sello Estée Lauder.
Poco después llegaría el gran golpe de suerte que impulsó a la marca al estrellato. Corría el año 1948, cuando el matrimonio firma un contrato con la tienda Saks, de la Quinta Avenida, nada más y nada menos, para un pedido fabuloso en número y destino de fragancias y cremas. La clase alta conoció así a Estée Lauder y Nueva York se rindió a sus pies.
Haciendo gala de su sabiduría comercial, y siempre innovando, otro de los pilares que sustentaron su emporio, comienza a contratar sólo a operarias, tanto en sus fábricas como en sus tiendas, que se comprometieran a utilizar siempre y sólo sus productos y fragancias. Poco después consiguió que sus cosméticos fueran exclusivos en y para el salón de belleza de Florence Morris, en Nueva York, caracterizado por la a elegancia y el poder adquisitivo de sus clientas.
La carrera de la firma y la proyección internacional de Estée Lauder estaba escrita.
Décadas de evolución continuada
Durante los 70 Esteé comienza a trabajar con el fotógrafo Victor Skrebneski. Fue así como la marca empezó a mostrar en los editoriales de moda y en el mundo entero, sus cosméticos y sus maravillosos maquillajes. Estée Lauder se identificó de modo definitivo con el lujo y el glamour y la belleza más chic, lo cual ya no dejó nunca de caracterizar a este sello, como tampoco abandonó nunca sus colaboraciones con las mejores y más influyentes cabeceras de moda.
Lejos de conformarse, la empresa había revolucionado ya el mercado poco antes con el lanzamiento de su primera fragancia, Youth Dew, creada en 1953. A ésta le seguirían con el tiempo otros emblemáticos perfumes: Esteé (1968), Azuree (1969), Aliage (1972), Private Collection (1973), Beautiful (1985) y Pleasures (1995). También lanzó una línea de productos para hombres, como Clinique, Origins, Prescriptive y, sobre todo, Aramis, creada en 1965 y relanzada en 1967.
A partir del éxito de Youth Dew, la empresa inició su expansión y creó una nueva sede en Neiman Marcus, en Dallas. En 1960 abrió su primer punto de venta fuera de Estados Unidos, en los almacenes Harrods de Londres, y en 1964 empezó su aventura centrada en la cosmética, hasta el punto de que en 1985, tras entrar, no sin dificultades, en Francia, en las Galerías Lafayette de París, Estée Lauder tendría ya presencia en setenta y cinco países. Las ventas de sus productos batían cifras millonarias, todos ellos no sólo del gusto de los consumidores, sino fruto de una extensa investigación y elaborados siguiendo unos rigurosos controles de calidad, fabricados por cinco empresas diferentes.
En 1985 Lauder publicó su autobiografía, A success story. Una década después, en 1994 deja por completo la empresa en manos de sus hijos: Leonard al frente de la presidencia y Ronald, que fue embajador del gobierno de Ronald Reagan en los años ochenta, en calidad de director de Estée Lauder International. En la empresa también ocuparían cargos importantes sus respectivas esposas, Evelyn y Carole, aunque la compañía empleaba a otros grandes especialistas que no pertenecían al clan familiar.
En 1995 Estée Lauder alcanzó un acuerdo con la firma Tommy Hillfiger para comercializar el perfume Tommy, y salió a bolsa. Fue valorada en unos 2.000 millones de dólares. Según datos de 2003, la firma, con presencia en más de 130 países de los cinco continentes, contaba con 21.500 empleados y con una facturación de 5.120 millones de dólares. A fines de ese mismo año, la revista Forbes calculó que la fortuna de los Lauder se elevaba a 4.744 billones de dólares.
Pero no solo eso. Estée Lauder ha destacado también por sus compromisos y lucha social. Desde 1989, a instancias de su propietaria, el grupo Estée Lauder trabajaba, desde la Fundación contra el Cáncer de Mama, para movilizar a la opinión pública sobre la importancia de la detección precoz de esta enfermedad, en una misión que encargó a su nuera Evelyn.
A lo largo de su intensa y larga vida, fallecería a la edad de 95 años, en 2004, la fundadora de Estée Lauder se distinguió también por sus actividades filantrópicas con el Hospital Sloan-Kettering de Nueva York, o por sus aportaciones al fondo de la Universidad de Pensilvania y al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), entre otros. Fundó, además, el Joseph H. Lauder Institute of Management and International Studies.
Condecorada, admirada y reconocida
Estée Lauder recibió numerosas condecoraciones, entre ellas la placa de honor del Colegio Albert Einstein (1968), la Insignia de Caballero de la Legión de Honor, que le otorgó el gobierno francés en 1978, la Manzana de Cristal de la Association for a Better New York (1977) y la Medalla de Oro de la ciudad de París (1979).
En 1970, un total de 575 editores de diarios y revistas financieras la eligieron la número uno entre las diez mejores empresarias de Estados Unidos. En 1984 fue considerada una de las siete mujeres más importantes del año, y, finalmente, en 1998, fue la única mujer en la lista de la revista Time de los 20 genios de negocios más influyentes del siglo XX. Además, en 2003, su compañía fue colocada en el 349 en la clasificación de las empresas mayores de Estados Unidos.
Al explicar su éxito, la dama de la cosmética dijo una vez: "Yo nunca he pasado un día sin vender. Si yo creo en algo, yo lo vendo, y lo hago agresivamente". Para ello, no le importó cortejar a los ricos y famosos e invitarlos a las fastuosas fiestas que celebraba regularmente en sus mansiones de Nueva York, Palm Beach, Londres o el sur de Francia.
Sin duda, Estée Lauder es uno de los ejemplos más grandes vistos nunca de lo que significa el emprendimiento y la transformación, sin dejar un solo día de pensar no sólo en vender sino en cómo hacerlo bien.
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