Aromaterapia y alquimia interior, una belleza superior para la mujer de hoy
La aromaterapia es uno de los instrumentos privilegiados del método alquímico para ayudarnos a realizar la armonización y transformación personal cuyo fruto superior es la belleza integral.
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Idili Lizcano
Alqvimia
A lo largo de la historia y en todas las culturas, las mujeres siempre le han dado una importancia extraordinaria a la belleza y han demostrado una sensibilidad particular para todo lo que tenga que ver con la salud. Pero también han sido protagonistas de primera fila en todos los experimentos que se han realizado para mantener la belleza y la juventud al reparo de los efectos devastadores del tiempo y la enfermedad.
¿Qué es la aromaterapia?
La aromaterapia es una terapia alternativa que se fundamenta en la utilización de sustancias aromáticas, como los aceites esenciales (AE) y elementos naturales elaborados con flores, plantas, hierbas, raíces..., o también minerales, barros y piedras preciosas, con el objetivo de mejorar la salud, la belleza y el bienestar físico y emocional. Es decir, un planteamiento holístico del cuidado integral del ser humano en su plenitud.
Los primeros cosméticos utilizados por los pueblos antiguos eran elaborados con sustancias que procedían de la naturaleza: aceites esenciales y extractos de flores, plantas, cortezas y raíces, algas, barros naturales y piedras preciosas. No tenemos testimonios, apenas una que otra leyenda, del grado de satisfacción de las mujeres de esas épocas con los recursos cosméticos que tenían a mano para sentirse más bellas, más jóvenes y más seductoras. Cientos de años después, por el grado de aceptación que los productos naturales han recuperado en nuestros días, podemos estar seguros de que las mujeres de hace dos milenios mantenían el tipo con gracia y durante muchos años.
En efecto, sea en Estados Unidos, Europa o en los países de economía avanzada del sudeste asiático, se vive de un tiempo a esta parte la expansión de un concepto de belleza que contrasta con las ideas y modelos que tenían vigencia hasta su irrupción. Este concepto se relaciona estrechamente con la utilización de la aromaterapia como la columna vertebral de un conjunto de tratamientos naturales aplicados en balnearios y centros de salud y bienestar. Se ha demostrado que los aceites esenciales tienen poderosas propiedades cosméticas pero también una serie de efectos que trascienden la noción de cuidados epidérmicos para conseguir transformaciones y cambios en la esfera emocional de las mujeres. Es lo que podemos llamar los impresionantes efectos alquímicos de la aromaterapia.
La alquimia es una ciencia espiritual que trata precisamente de la transformación y que eleva hacia la luz a los seres humanos. Este creo yo que es el concepto clave de la alquimia: transformar hacia la luz, llevar a la mujer a una consciencia luminosa de sí misma a través de la armonización, el reequilibrio y la aceptación serena de su propio ser.
Es fácil comprender lo estrechamente relacionados que se encuentran la salud, la belleza y el bienestar. La armonía de la persona es el resultado de la interacción positiva de estos tres factores y su expresión superior es la belleza, pero no una belleza meramente cosmética sino una auténtica belleza personal que viene del interior de la persona, lo que la hace profundamente humana y objetivamente atractiva. La mujer, pues, no sólo es capaz de acceder a la belleza a la que legítimamente siempre ha aspìrado, sino que ha experimentado una transformación.
El enigma de la belleza humana
La alquimia así entendida implica un concepto de belleza profundo, un concepto de belleza que nace en nuestro interior y se manifiesta hacia el exterior, y que se trasciende y supera la estética basada en una concepción superficial o comercial de la belleza. La belleza –así lo testimonia la historia del arte– es un sueño de perfección que buscamos a través de imágenes y representaciones ideales del cuerpo humano, cuya encarnación es sobre todo femenina, pero que no se agota sólo en la imagen.
Un cuerpo bello, unos miembros proporcionados y armoniosos, una expresión del rostro que ilumina el conjunto con el hálito de lo único e inalcanzable, siempre han desafiado nuestros sentidos. La presencia de la belleza es como un terremoto que suspende cualquier otra actividad a su alrededor; y provoca admiración, deseo, éxtasis, incluso temor reverencial y enciende todo tipo de pasiones. El hecho invita a la reflexión sobre la naturaleza de un fenómeno plenamente humano, que nos conmueve y nos emociona, sacándonos de nosotros mismos e instalándonos en una dimensión que no es la del orden cotidiano de las cosas.
Por eso la sabiduría popular siempre ha relacionado la belleza con una manifestación de lo divino, y en los textos de las principales religiones ésta siempre ha estado asociada a la presencia de la divinidad. Aunque en la tradición bíblica, a Luzbel, que encabezó la rebelión de los ángeles contra Dios, se lo presenta como a un ser de una belleza terrible, y es una de las primeras figuras teológicas que encarnan al demonio.
Todo esto debe hacernos reflexionar sobre el inmenso poder de la belleza, en sus a veces injustas y tiránicas demandas, tanto por parte del público como del mundo de la estética profesional, la moda, el cine y las costumbres. La confusión, el exceso y la banalización son los riesgos y los peligros que hay que saber evitar con ideas claras y una vocación real de servicio al bienestar de las personas inspirada en el respeto a la naturaleza.
Todo esto es posible a través de la alquimia, porque esta es una vía que nos permite –ni más ni menos– conectarnos con nuestra naturaleza profunda a través de una metodología precisa sobre cómo beneficiarnos de los dones y secretos que guarda para nosotros la gran naturaleza, y que tenemos todo el derecho de aprovechar siempre que lo hagamos con respeto, inteligencia y guiados por manos y mentes expertas.
La naturaleza es el método
Así, con toda naturalidad, en una relación no forzada de causa y efecto, aparece la aromaterapia como uno de los instrumentos privilegiados del método alquímico para ayudarnos a realizar la tan necesaria armonización y transformación personal cuyo fruto superior es la belleza integral.
En nuestros días, la aromaterapia está considerada una técnica con fines curativos y se caracteriza por el uso externo de aceites esenciales de origen vegetal, complemente naturales. Esta ciencia cosmética, junto con la perfumería, ha llegado a nosotros desde la más remota antigüedad, y sin duda que la practicaron desde chinos e hindúes hasta egipcios, árabes, griegos, romanos y cartagineses. En la misma Biblia es posible encontrar referencias a métodos de elaboración de determinados ungüentos y hasta algunas fórmulas. A principios del siglo XX, el químico y cosmetólogo francés René-Maurice Gattefossé, gracias a una ya puntual intervención del azar, presente en grandes inventos que hoy forman parte de la historia de la ciencia, descubrió el poder de los aceites esenciales e inventó la palabra “aromaterapia”.
Esto ocurrió luego que el francés se quemara una mano durante uno de sus experimentos. Cegado por el dolor, el científico introdujo instintivamente la mano en un recipiente con aceite esencial de lavanda que tenía a un costado, y descubrió con sorpresa que el dolor de la quemadura desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. Este precursor de la aromaterapia prescribía la utilización externa o tópica de los aceites. Otros estudiosos, interesados en métodos naturales de curación, profundizaron y consolidaron la aceptación de la aromaterapia como técnica curativa y regenerativa. Recientemente, en Japón, se han comprobado científicamente los efectos de determinados aromas y fragancias en las funciones fisio-orgánicas del cuerpo, que pueden calmar o energizar la mente y hasta el funcionamiento de la piel. A esta ciencia la han denominado aromacología.
La aromaterapia alquímica (que desde siempre ha incorporado los efectos de la aromacología) con aceites esenciales tiene un enorme poder cosmético con efectos terapéuticos y preventivos para la salud y el organismo humanos. Los aceites esenciales tienen, en consecuencia, un gran poder para curar y transformar, no sólo el cuerpo físico y la piel, sino el espíritu y las emociones, ya que actúan en las tres dimensiones del ser humano: física, energética y mental. Además, la aromaterapia es la más hedonista de todas las terapias. Es especialmente adecuada para aquellas personas que no quieren renunciar a los placeres de la vida. Una paradoja aparente de la aromaterapia es que hace disfrutar el placer de curarse. Las técnicas utilizadas son muy placenteras y agradables: baños con esencias florales, masajes con aceites aromáticos, vaporizaciones e inspiración de fragancias naturales dispersas en el aire.
En conclusión, digamos que la aromaterapia no sólo puede aliviar nuestras dolencias física, embellecer nuestro cuerpo, mejorar nuestra salud, sino que consigue resultados verdaderamente asombrosos, por lo positivos y duraderos, en nuestro equilibrio psico-físico y, por consiguiente, en el plano espiritual de las personas.
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