Cuidado de las cicatrices en verano
La época estival puede resultar crítica en el período de cicatrización de una herida, y cualquier paso en falso en su tratamiento puede provocar una marca de por vida
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Cuidado de acción intensa para una regeneración saludable de la piel
Con la llegada del buen tiempo, la piel se descubre, y con ello surgen a la luz muchos problemas que solían estar escondidos. Uno de estos problemas estéticos son las cicatrices, que ya sean causadas por heridas accidentales o por intervenciones quirúrgicas, deben ser cuidadosamente tratadas para una correcta curación.
El proceso de cicatrización, sin embargo, puede resultar perjudicado por ciertos elementos muy comunes durante el verano, como el sol, la humedad o el cloro, por lo que es necesario extremar las precauciones.
¿Qué es una cicatriz?
Una cicatriz aparece cuando el tejido epitelial es dañado. Durante el proceso de sanación, los fibroblastos son los encargados de cerrar el hueco, creando tejido fibrilar, más similar al músculo que a la piel, por lo que se genera una zona de distinta textura y color.
En ocasiones puede darse una cicatrización anormal, haciendo que la cicatriz sea más notable:
- Cicatriz hipertrófica: se caracteriza por su grosor, que sobresale por encima del nivel de la piel.
- Queloide: aparece cuando el tejido cicatricial crece de manera descontrolada, por lo que además de sobresalir en grosor, se extiende también por el resto de la piel más allá de los límites donde se encontraba la herida inicial.
- Cicatriz atrófica: es una lesión que se hunde hacia dentro de la piel por una alta destrucción de los tejidos, típica de los casos graves de acné.
- Cicatriz hiperpigmentada: característica de pieles oscuras, aparece cuando se activa la producción de melanina durante el proceso de reparación, por lo que se ve más oscura que el resto de la piel.
- Cicatriz hipopigmentada: una marca pálida que suele resultar de las heridas más profundas, al no lograr producir melanina, y que destaca más cuanto más oscura sea la piel.
Por lo general, el proceso completo de cicatrización requiere de dos años, por lo que es necesario vigilar mucho los cuidados durante este periodo. Descuidar una cicatriz durante su curación puede provocar que la marca empeore y nunca desaparezca.
Los riesgos del verano
La estación estival es una época delicada para la piel con cicatrices, puesto que existen muchos posibles agresores que podrían entorpecer y perjudicar una correcta cicatrización.
Uno de los máximos problemas es el sol. Los rayos UV activan la producción de melanina en la piel, por eso nos ponemos morenos. Pero este efecto no es nada deseado sobre una cicatriz, ya que ésta puede quedar pigmentada y más oscura que la piel que la rodea de por vida. Lo más recomendable es evitar por completo la exposición de una cicatriz al sol, en especial durante los 6 primeros meses tras su aparición, que son los meses más sensibles de su curación. Para disfrutar del sol con seguridad, será importante aplicar un buen protector solar, de FPS 40 o superior, unos 30 minutos antes de la exposición y reaplicar a menudo (cada hora o cada vez que se dé un baño).
Los continuos baños e inmersiones que caracterizan a las vacaciones veraniegas también pueden suponer un riesgo para la correcta cicatrización de una herida. La humedad persistente en una herida reciente puede ralentizar su curación, provocar la aparición de bacterias y deformar el aspecto de la cicatriz, por lo que es recomendable mantener la zona siempre seca. Si la cicatriz es más vieja, no debería tener tantos problemas, pero la precaución nunca está de más.
Por último, el cloro que se añade a las piscinas para mantenerlas limpias tiene una acción antibacteriana, por lo que puede resultar hasta beneficioso sobre una cicatriz, pero siempre en cantidades moderadas. Un exceso de exposición al cloro puede irritar la piel y resecarla, entorpeciendo la cicatrización e incluso eliminando las bacterias beneficiosas que ayudan a la regeneración, por lo que es importante lavar la piel con agua dulce antes y después de un baño en piscina.
Tratamientos y protección
Igual que la piel de cada persona, cada cicatriz es también única, por lo que los pasos a seguir en su tratamiento dependerán de muchos factores: el tipo de piel, la localización en el cuerpo, la profundidad de la herida, la extensión y dirección de la lesión, e incluso factores genéticos.
Aún así, existen ciertas técnicas y tratamientos que pueden resultar muy beneficiosos para proteger y acelerar la cicatrización, además de disimular y mejorar su apariencia hasta hacerlas casi invisibles.
Durante la cicatrización, es esencial mantener la piel siempre perfectamente hidratada, para que mantenga la elasticidad y nutrientes necesarios para recuperarse. La aplicación de cremas con activos altamente hidratantes como la rosa mosqueta y el aloe vera resulta de gran ayuda, así como la realización de masajes en la zona, que activan la circulación y drenan las posibles toxinas y acumulaciones negativas.
Una útil técnica de protección son las láminas de silicona, que se aplican siempre sobre una herida ya cerrada para ayudar a la cicatrización. Al mantenerla cubierta, la lámina protege la cicatriz de roces y otras agresiones externas, mientras que su parte interior en contacto directo con la piel aporta a la cicatriz todo aquello que necesita para una correcta curación, reduciendo la aparición de problemas como queloides o cicatrices hipertróficas.
Pasados los dos años que requiere la cicatrización completa de la herida, si no ha quedado con el aspecto deseado, se puede valorar la aplicación de alguna técnica estética para disimular su apariencia.
- Dermoabrasión. Esta técnica utiliza un rodillo motorizado con partículas de diamante para eliminar las capas más superficiales de la piel, para así igualar la zona en textura y color. No es recomendable su uso en pieles muy oscuras, puesto que existe el riesgo de descoloración de la dermis. Se aplica con leve anestesia local, y en los días posteriores se debe tratar la zona para evitar la aparición de costras y nuevas cicatrices. La piel quedará enrojecida durante unas semanas, y será esencial evitar la exposición de la zona tratada al sol hasta que el pigmento se estabilice, dejando pasar desde 6 meses hasta un año.
- Láser. Según el tipo de cicatriz, pueden utilizarse distintos tipos de láser para tratarla. En el caso de cicatrices hiperpigmentadas, el láser calienta la melanina hasta destruirla, reduciendo la coloración. Para cicatrices atróficas, el láser genera microlesiones en la zona tratada que ayudan a activar el proceso reparador natural de la piel, mejorando su aspecto.
- Injertos. Pueden ser de grasa o de piel. En el primer caso, la grasa extraída se vuelve a inyectar en la zona deseada, normalmente para elevar una zona cicatricial hundida. Los injertos de piel, por su parte, se utilizan para sustituir una zona dañada, especialmente por queloides y cicatrices hipertróficas, las más difíciles de mejorar: la intervención dejará también una cicatriz, pero será menos visible que la extraída.
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