Bloqueadas por el miedo y la necesidad de aceptación
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A lo largo de la historia las mujeres han recibido el mensaje de que para ser amadas y aceptadas por el grupo, debían ser humildes, recatadas e invisibles. Este tipo de creencias está tan integrado en la cultura de la mujer que cuando ésta se mueve en el mundo del éxito profesional se siente intrusa, como si ocupara un sillón que no le pertenece. La devaluación de las mujeres está en su modelo mental de sumisión que las empuja a ser buenas, y en términos profesionales esto pasa por no destacar, no valorarse y, naturalmente, dar por supuesto que las demás también están dispuestas a autoexplotarse por complacer, creando así una red de devaluación que las conduce al estado de perpetua insignificancia que les impide obtener el respeto que merecen.
Acostumbran a hacer las cosas de manera que parecen fáciles, resolviendo diferentes problemas simultáneamente y sin alardear de ello: esta actitud hace que su labor esté siempre al servicio de alguien, que probablemente recogerá los méritos. Demasiadas veces aceptan relaciones abusivas, quizá porque son tan próximas y tan amables que no mantienen la distancia estratégica necesaria para negociar sus intereses. Las mujeres profesionales tienen frentes abiertos en todas partes: desconsoladas por no gustar a sus madres, preocupadas por los hijos que tienen o que no han tenido y desautorizadas por no conseguir el cuerpo que ven en los anuncios. Salen cada día a cumplir lo que se espera de ellas y a menudo se olvidan de pensar lo que realmente desean en su vida profesional, aturdidas por el peso de los estereotipos, que les mandan mensajes de insuficiencia y de culpa. Y este fenómeno social internacional está generando un enorme desperdicio de talento en las empresas: hay mujeres muy bien preparadas y con una gran experiencia profesional que se quedan supeditadas a compañeros por creerse no merecedoras de mejores puestos.
El libro Miedo a ser. Las imposturas de la feminidad pretende hacerles abrir los ojos hacia un problema cultural generalizado que está impidiendo su progreso hacia los más altos puestos de las empresas y en los gobiernos, y a la vez, muestra a las empresas la enorme cantidad de talento femenino que se está desperdiciando. Se trata de mujeres capaces de dirigir con eficacia, que orientan su vida hacia la sumisión para obtener la mirada de un hombre que ya no las mira, porque están compartiendo el mismo territorio y se ha convertido en su rival.
Las mujeres difícilmente aparecen con normalidad en las páginas de economía, a pesar de que, según la lista Forbes, de las empresas más ricas del mundo, 25 mujeres están entre los 100 primeros puestos.
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